LA PAZ DE LA CONCIENCIA

15 de octubre de 2024

 

Una conciencia en paz es una fuente de alegría y sosiego para la persona que la alberga.

Cuando tenemos la conciencia tranquila, podemos apreciar fácilmente la belleza que hay en el mundo que nos rodea. Viene acompañada de un cálido sentimiento de inocencia. Es un estado que resulta muy agradable; la mente está serena y las relaciones con otros seres humanos tienden a ser joviales. 

Esta realidad está al alcance de todos. Uno se compromete con su propio camino, con su mejora. Y la vida avanza.

No se trata de poner nuestra vida patas arriba y hacer grandes cambios precipitadamente. Si actualmente hay insatisfacción en tu estilo de vida, desde donde te encuentras en estos momentos, puedes comenzar a vivir de otra manera. Resolver los asuntos inconclusos del pasado es indispensable. Y ponerte en paz con tu conciencia, si no lo estás. Como nos dice Rosa María Wynn:

      Es importante señalar que todo aquello que todavía no has sanado en tu vida volverá a repetirse, porque aún está en tu mente. Hay que sanar el pasado en el presente, para así poder extender ese presente sano al futuro. De otra manera, seguiremos extendiendo el pasado no sanado al futuro y reviviremos las mismas historias hasta que un día, en un momento presente, las sanemos”. (1)

Y perdonar:

     “[…] Aquello que no hayas perdonado volverá a presentarse en tu vida —las llamadas pruebas—, pues al estar en tu mente no podrás evitar verlo en el mundo que te rodea. Estas pruebas se repetirán hasta que el dolor sea insoportable, y en ese momento declararás que quieres perdonar. Sentirás que algo se desprende de ti. Ese algo son las cadenas que te mantenían atado a una historia que te llevas contando a ti mismo durante largo tiempo, ya sea una de haber sido “traicionado”, o de haber sufrido una enorme e irreparable pérdida”. (2)

Seamos conscientes de que, con excesiva asiduidad, emitimos juicios sobre los demás. Una idea surge en la mente referente a otra persona. No cuestionamos lo que esa “voz” interior nos dice. La creemos. Y al hacerlo, ponemos una pesada carga sobre el mundo. El ego en nosotros busca con la velocidad del rayo los argumentos que justifican nuestra crítica. Y los encuentra. Así convertimos al otro en el culpable, el que merece nuestro implacable juicio. Así también, logra el ego que nos sintamos ofendidos por lo que creemos que el otro nos hizo. Y divididos.

Niégate a creer lo que esa vocecita, aparentemente inocente, te dice sobre otro ser humano. La reconocerás con facilidad porque nunca te incita a pensar algo bueno de los demás. Sus juicios son siempre para crear sospechas, rechazos y enemistad.                                                                                              

Estos juicios frecuentes e inconscientes nos quitan la paz de un modo que difícilmente podemos detectar. Y es casi inevitable que caigamos en ellos. Pero en lugar del nuestro, podemos pedir el que viene del Cielo. En palabras de Rosa María Wynn:

     “Este mundo, no obstante, es un mundo de juicios, por lo que no podemos estar aquí sin juzgar. Pero se nos exhorta a que no juzguemos. Entonces, ¿qué podemos hacer? Lo que se nos pide es que en lugar de usar nuestro juicio, le pidamos al Espíritu Santo el Suyo, y que pongamos la situación en Sus manos. Sus juicios serán siempre justos y acertados, y sostendrán la inocencia de todos los implicados en la situación. Esa es la verdadera Justicia de Dios”. (3)

Y recordemos que no hay pensamientos neutros. Todos tienen consecuencias:

     Creemos que los juicios que emitimos no tienen ningún efecto. Sin embargo, toda la fealdad que vemos en el mundo son los juicios que hemos vertido contra él. Elegir liberar al mundo de todo lo que hemos creído que es significa que queremos liberarnos a nosotros mismos. Renunciar a los juicios condenatorios que sostenemos contra otros es el equivalente a admitir que estábamos equivocados. El ego no puede hacer esto, pues su arrogancia se lo impide. Pero nosotros no somos el ego, por lo tanto, podemos soltarlos y, en su lugar, ver la inocencia del hermano”. (4)

Ciertamente, nuestros juicios crean un modelo de mundo. Pero este puede ser reinterpretado. Podemos elegir tener pensamientos que nos apoyen y protejan la vida. Si cambiamos nuestras percepciones sobre nosotros y sobre este planeta, el mundo mejorará. Cuando reconocemos la presencia del amor en nuestro interior, nos convertimos en fuente de sanación para el mundo. Y para nosotros mismos. 

Quisiera acabar estas reflexiones con las luminosas palabras de Gerald Jampolsky:

     “La seguridad reside en el “Podemos hacerlo”. Siempre elegimos entre lo que afirma la vida y lo que la niega. O bien nuestros pensamientos nos apoyan y nos elevan, o nos hunden en la depresión y en la desesperanza. La menor de nuestras críticas o nuestras quejas apoya todo un sistema de creencias que niega la luz que existe en todo ser viviente. Nuestras ideas son como las piedras de un camino que recorremos. No hay ni siquiera un pequeño pensamiento que no nos lleve hacia algún sitio. Esta es la razón por la que no debemos dejar que nuestra mente viva en conflicto si deseamos caminar hacia la salud y la paz”. (5)

Un afectuoso abrazo.

Hasta el próximo día.

  


  1. Wynn, Rosa María, El Aprendiz impecable. Ed. El Grano de Mostaza. Barcelona, 2012, pág.21.

  2. Ibid., pág. 107.

  3. Ibid., pág. 34.

  4. Ibid., pág. 35.

  5. Jampolsky Gerald G., Enseña solo Amor. Ed. Los Libros del Comienzo. Madrid, 1993, pág. 83.

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