7 de agosto de 2025

Detrás de toda aparente oscuridad se esconde una gran luz. Las emociones y sentimientos densos la ocultan en las profundidades del alma, mas permanece siempre aguardando ser liberada para brillar. Y cuando resplandece en nosotros, trae consigo excepcionales dones, Gracia y bendición.
Estas palabras ilustran muy bien la experiencia vivida por Pierre Pradervant, un extraordinario ser que ha dedicado su vida a apoyar el bien de la humanidad.
En cierto momento de su vida se vio obligado a tomar una difícil decisión: la organización humanitaria para la que trabajaba le dijo que, si quería conservar su empleo, tenía que renunciar a hablar de determinados temas con las personas que estaban a su cargo. Esto suponía para Pradervand aceptar una limitación importante en su libertad de expresión. De modo que eligió no ceder a tales demandas y perdió su empleo.
Después de esto, empezó a sentir un rencor profundo hacia sus antiguos jefes. Desde que abría los ojos por la mañana hasta que los cerraba en la noche, lanzaba la ira y el resentimiento más intenso en contra de los que habían sido sus superiores. Se hallaba en un estado emocional envenenado que lo corroía por dentro y le había arrebatado hasta el más mínimo atisbo de paz. Ni en sus horas de oración ni cuando meditaba, aquel pensamiento obsesivo se apartaba de él.
Era consciente del daño que se hacía a sí mismo, pero ello no lo ayudaba a aminorar la rabia y el encono que sentía. La ayuda le llegó a través de una frase que Jesucristo había pronunciado en El Sermón de la Montaña. En palabras del propio Pradervand:
Pero un día una frase de Jesús en “El Sermón de la Montaña” me habló de forma muy intensa: “Bendecid a los que os persiguen” (Mt. 5,44). De repente, todo se me hizo evidente; era literalmente lo que yo tenía que hacer: bendecir a mis ex – “perseguidores”. E inmediatamente comencé a bendecirlos de todas las formas imaginables: en su salud, en su alegría, en su abundancia, en su trabajo, en sus relaciones familiares y en su paz, en sus negocios y en su bondad… (1)
Comenzó a desear el mayor bien para aquellos seres humanos, en todos los ámbitos de su existencia. Desde el fondo de su ser los bendecía, deseando que fueran profundamente felices y prósperos. Se daba cuenta, Pradervand, de que la sinceridad de la bendición unida a la amorosa energía del corazón tenía el poder de regenerar, transforma, curar y elevar a cualquier persona y circunstancia que la recibiera. Así es que bendijo a aquellos hombres en cada momento de su jornada: mientras se lavaba los dientes, fregaba los platos, salía a pasear; por la noche, mientras se dormía…
Tres o cuatro meses después de haber comenzado esta práctica, empezó a bendecir a las personas que encontraba por la calle, en el autobús, en el supermercado, en Correos… A veces, recorría de un lado a otro el tren o el avión, mientras caminaba por el pasillo, solo para bendecir a la gente, pues sentía un intenso gozo interior, una alegría genuina. Sobre ello, nos dice el propio autor:
“El arte de bendecir” se convirtió en un canto silencioso, en el motivo básico de mi vida espiritual. […] Bendecir a los demás se fue convirtiendo, poco a poco, en uno de los mayores gozos de mi vida. Y lo sigue siendo todavía después de muchos años de practicarlo con regularidad. Se ha convertido en la forma más eficaz para mantenerme espiritualmente centrado y para desembarazar mi espíritu de pensamientos negativos, críticos o condenatorios. (2)
Un día, siete meses después de esta práctica de bendecir, tuvo una vivencia sorprendente. Mientras preparaba una conferencia que tenía que pronunciar en Zürich y que versaba sobre sanar el mundo, en un encuentro internacional de jóvenes, una súbita inspiración se apoderó de él y la mano que sostenía el bolígrafo comenzó a escribir con tal rapidez que a él no le daba tiempo a leer las palabras.
Cuando por fin se detuvo y ojeó, Pradervand, el texto, quedó deslumbrado de la belleza y la sabiduría que expresaba. A partir de entonces, lo incluyó en las cartas que enviaba a sus amistades, en otros países. Y con el paso del tiempo, empezó a recibir noticias de personas de todo el mundo que le agradecían y le hacían partícipe de las alegrías que el escrito había llevado a sus vidas y de cómo había contribuido a solucionar situaciones adversas. Aquel fragmento breve e intenso les había aportado paz y un sentimiento de amor.
Los párrafos que el autor recibió por inspiración son una bendición a todos los seres humanos, sin caer en juicios. Bendecir la vida en todas sus formas, con gran amor, respeto y conciencia. El escrito ha obrado numerosos milagros a lo largo de los años y Pradervand se sintió impelido a escribir un bello librito titulado El arte de bendecir, en el que reproduce las luminosas palabras que le fueron entregadas desde los mundos de Luz. Antes de conocer esta historia, ya había en mí una tendencia natural y espontánea a bendecir en silencio a las personas que se cruzaban en mi camino, así como a las circunstancias y situaciones que llegan a mi vida. Mas desde que tuve conocimiento de la experiencia de Pradervand, y leído su escrito, esa inclinación natural a bendecir se ha acentuado en mí, convirtiéndose en algo habitual, y en fuente de amor y gozo.
Durante la redacción de mi novela En la Luz, tuve acceso al fragmento. Y tocó mi corazón. En cuanto lo leí supe que estaba destinado a formar parte de la obra. Me puse en contacto con Pradervand y él accedió muy amablemente a que lo incluyera en la novela. Me honro de que aparezca en el capítulo 41 y de contribuir a su difusión, pues ha producido milagros en muchas vidas.
Que Dios te bendiga.
Hasta el próximo día.
En Pradervand, Pierre, El arte de bendecir. Ed. Sal Terrae. Maliaño (Cantabria), año 2000. (págs.. 18- 22)
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Ibid., pág. 18.
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Ibid., pág. 20.