LA AYUDA YA ESTÁ AQUÍ

18 de noviembre de 2024

 

 

La amorosa Presencia que nos creó ni un solo instante nos ha perdido de vista. Ha permanecido siempre en nosotros, y así ha de ser por toda la Eternidad.

He aquí lo que Babaji, el gran avatar, le dice a su fiel discípulo, Lahiri Mahasaya. Estas palabras nos recuerdan al esmero que el Padre Celestial nos prodiga. Es, en cierto modo, como si Dios nos lo dijera a cada uno de nosotros:

[…] Te desvaneciste en las tumultuosas olas de la vida más allá de la muerte. La varita mágica de tu karma te tocó y desapareciste. Pero aun cuando tú me perdiste de vista, yo jamás dejé de verte. Te perseguí por el luminoso mar astral, donde navegan los ángeles. A través de tinieblas, tormentas, mareas y luz, te seguí, como un ave que cuida a su polluelo. Mientras viviste tu periodo humano de existencia intrauterina, lo mismo que cuando saliste a la luz en forma de un niño, mis ojos no se apartaron de ti. Cuando tu diminuta forma adoptó la postura del loto, cubierta por las arenas de Ghurni, durante tu infancia, yo me hallaba allí presente de manera invisible. Con paciencia, mes tras mes, año tras año, he velado por ti, esperando siempre el advenimiento de este día perfecto. Ahora estás nuevamente conmigo. […] ¿Comprendes ahora, mi bien amado hijo?” (1)

Cuando releo este fragmento, presente en la obra que escribimos en colaboración mi esposo y yo hace ya algunos años, resurge en mi interior el amado recuerdo de Dios, la añoranza que el alma siente y el anhelo por el reencuentro. Aunque, en realidad, nunca nos hemos alejado de su entrañable abrazo ni de su segura protección, casi todos lo hemos olvidado.

Sé, con certeza, que en Su santa Presencia cualquier tristeza, dolor o preocupación han de acabar para siempre. Y sé también que, si necesitamos el socorro del Cielo, nos bastará con pedirlo y al instante, desde los mundos de Luz, donde la paz es eterna y la dicha no cesa nunca, el auxilio vendrá en nuestra busca.

La ayuda ya está aquí, esperándonos, asegura Jampolsky, quien comparte con nosotros su íntima vivencia:

“Mis problemas con Dios comenzaron a muy tierna edad. Cuando era niño tuve dislexia, y siempre leía la palabra God (Dios) como dog (perro). Al cumplir dieciséis años, el rabino que había dirigido mi ceremonia para formar parte de la comunidad de los adultos (2), me confirmó. Dos meses después perdió la fe y se hizo corredor de bolsa. Y en aquella época un día me comí un trozo de jamón en un almuerzo con los Boy Scouts y Dios no me fulminó con un rayo como era de prever. Creo que se sobreentiendo que a medida que crecía, mi fe en Dios se marchitó y finalmente se desvaneció. […] (3)

Siendo ya médico, una noche tuvo que asistir, Jampolsky, a un primer parto:

“El milagro de la perfección y la armonía de lo que había experimentado estaban por encima de lo que el ser humano puede comprender. Estaba en éxtasis. Sentía que tenía que haber una fuerza universal, un milagro de amor, por encima de mi comprensión. Y yo era parte de ese milagro, parte de ese todo. Por un momento vi que nada de lo que sucedía en el universo estaba aislado, separado, sino que todo y todos estábamos unidos.

Desgraciadamente el sentimiento no duró mucho. […] Y de nuevo volví a ser un no creyente en Dios”. (4)

“[…] A finales de los años sesenta y comienzos de los setenta triunfé profesionalmente, tuve algunos reconocimientos de prestigio y adquirí una buena reputación en diversos campos en los Estados Unidos. Sin embargo, me había aficionado a la bebida… si es que no era un alcohólico. En 1974 mis 20 años de matrimonio concluyeron en un doloroso divorcio. Me sentía como si fuera un rompecabezas cuyas piezas se hubieran roto en un millón de trozos”. (5)

En 1975, sintiéndose Jampolsky hundido en la más absoluta depresión, una amiga le entrega un manuscrito que acababa de recibir, llamado Curso de Milagros:

“Pedimos socorro y el socorro llega. Con frecuencia no reconocemos que los comportamientos que tienen algunas personas como alcoholismo, infidelidad sexual, enfermedades crónicas y conductas alienantes son en realidad gritos de angustia pidiendo ayuda. Pero, sin lugar a dudas, Dios reconoce toda súplica sea cual sea la forma que tome y descubre el modo más adecuado de dar toda la ayuda que estemos dispuestos a recibir en ese instante”.

A Gerard Jampolsky esa ayuda le llegó a través del citado manuscrito, leyendo el capítulo que se titula Psicoterapia: Objetivos, Proceso y Práctica. Cinco meses después de haber comenzado con esta lectura, un fenómeno extraño se adentró en su vida:

“[…] Un domingo por la noche había salido a cenar con algunos amigos de Carmel. Había bebido en exceso, pero no más que lo de costumbre, y no creía estar borracho. Me fui a la cama a eso de la medianoche, y hacia las dos de la madrugada me despertó una voz. Por un momento creí ser presa de una alucinación y pensé que en unos momentos vería aparecer elefantes rosas en la pared para caer después en el delirium trémens. Me sentí aterrado, me incorporé y me senté en la cama. Volví a oír la voz. Esta vez me di cuenta de que no era una voz exterior, sino una voz interna. Entonces la oí por tercera vez: “Estás entrando en una nueva fase de sanación de tu vida. Y no necesitas seguir bebiendo”.

Empecé a sudar. ¿Qué iba a oír a continuación? Pero no oí nada y, tras un par de horas, me quedé profundamente dormido. Al despertar por la mañana había reprimido completamente el recuerdo de lo que había sucedido. Me duché, me afeité y me fui a trabajar como de costumbre.

Volví a casa hacia las seis y media de la tarde y me dirigí como de costumbre a la botella de whisky. Sin embargo, cuando mi mano iba a cogerla, escuché de nuevo la voz: “Estás entrando en una nueva fase de sanación de tu vida. Ya no necesitas seguir bebiendo”. Mi mano no completó su recorrido. Sorprendentemente, en los días y meses que siguieron no eché en absoluto de menos la bebida, no sentí que estuviera haciendo ningún tipo de sacrificio, ni tampoco que fuera socialmente inadecuado.

Creo que el propósito de la ayuda que Dios nos da es enseñarnos a liberar nuestras mentes del miedo para que podamos conocer Su paz y ser bondadosos y sensibles con los demás, lo que no podemos hacer cuando estamos dominados por el miedo. Por consiguiente, tanto la negación como la afirmación deben ser fruto de la orientación del amor”. (6)

La vida de este médico se transformó de un modo radical a partir de entonces. Hubo mejoras espectaculares en todos los ámbitos. Con el tiempo creó el Centro de Sanación de la Actitud, que ha ayudado a muchas personas a llevar una existencia plena y feliz.

Puedes tener, amigo lector, la absoluta certeza de que, cualquier cosa que necesites para tu mayor bien, ya te ha sido concedida. Tú solo tienes que aceptarla. Para que pueda llegar hasta ti.

Un afectuoso abrazo.

Hasta el próximo día.

 

 


    1. Mahendra Tevar, Armonía Martín, Levántate y Ruge, Un viaje al amanecer de la conciencia. Ed. Sirio. Málaga, 2015, págs. 156, 157.
    2. En la obra leemos Bar Mitzav, que hace referencia a la ceremonia religiosa para que un muchacho pase a formar parte de la comunidad de los adultos.

    3. Gerard Jampolsky, Enseña solo Amor, Ed. Los Libros del Comienzo. Madrid, 1993, pág.36.

    4. Ibid., pág. 38.

    5. Ibid., pág. 39.

    6. Ibid., págs. 39 a 42.

*El título de este artículo procede de un capítulo de la obra de G. Jampolsky, Enseña solo Amor. Ed. Los Libros del Comienzo. Madrid, 1993.

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