Dentro de cada ser humano hay una fuente inagotable de amor. Podemos compartirlo incluso con personas a las que no conocemos.
La ayuda también puede llegar para nosotros de ese modo, a través de alguien que vive a miles de kilómetros de nuestro hogar, y que no nos ha visto jamás. Esto es posible porque en nuestro interior existe un océano de compasión. Lo podemos activar mediante el deseo de auxiliar a otros, de paliar su sufrimiento, de procurarles paz y sosiego. David Hawkins lo pone en práctica de este modo:
“[…] Nos visualizamos a nosotros mismos emitiendo el campo de energía de la compasión. Podemos empezar a hacer esta visualización ahora mismo con cualquier persona […]”.
“[…] Como este es un universo de libre albedrío, cuando la persona dice: “Oh, Dios, ayúdame”, abre la puerta a esta compasión que está siendo irradiada por otros, y ahora también por nosotros. Ahora, nosotros estamos a su lado y la cuidamos y curamos de todas las maneras posibles”.
Nuestra conciencia no está limitada por el cuerpo físico. La energía compasiva seguirá la dirección que nosotros le marquemos. Se expandirá como una ola de ternura y alcanzará su objetivo para hacer el bien y llevar consuelo allá donde se necesite. Esa inmensa compasión puede ser percibida por quien la recibe como presencias amorosas.
El doctor Hawkins confirma estos hechos al explicarnos la experiencia que vivió cuando, por accidente, se amputó un dedo con una sierra circular:
“Al principio sentí el shock, pero después, en ese mismo shock, de repente oí un sonido en mi mente que era como un coro. Era como si estuviera rodeado de fuerzas angélicas que me cantaban como si lo hubiera olvidado: “Tú no eres un cuerpo, eres totalmente libre. Tú no eres un cuerpo, eres totalmente libre”. Este canto continuó todo el camino hasta el hospital.
En el hospital tuvieron que hacerme una operación de amputación. No puedo tomar ningún tipo de anestésico ni analgésico, de modo que la operación tenía que realizarse sin ellos. El cirujano se mostró un poco aprensivo al respecto, pero yo le dije: “Bueno, sé una manera de lidiar con esto. Simplemente sigue adelante”. De modo que me tumbé y empecé a rendirme profundamente, sin resistirme al dolor ni etiquetarlo. Rendí mi voluntad personal. Mientras me rendía, tuve la misma experiencia profunda: fue como si estuviera siendo acogido por fuerzas angélicas y sacado del cuerpo tan suave y delicadamente que, en comparación, las plumas parecerían burdas. Aunque el cuerpo estaba allí, yo ya no lo experimentaba. Entré en un estado de paz profunda e infinita, más allá de toda descripción; era un estado de una felicidad indescriptible.
Recuerdo que, en mi mente, estaba mirando al pulgar, o una representación de él en otro plano, y me sentí feliz de que lo retiraran, porque simbolizaba algo de lo que quería librarme. Lo que podría haber sido una experiencia de un dolor insoportable fue un éxtasis, y había un conocimiento delicioso rodeado de una paz infinita. Estaba infinitamente protegido por el amor del universo, por Dios y por el resplandor de la Divinidad”. (1)
Una experiencia extraordinaria. Ciertamente.
Podemos aprender a confiar en la Fuente del Amor de la que procedemos; ser nosotros mismos Amor y compasión para otras personas y para este mundo. Nadie que ponga su confianza en esa Fuente va a quedar decepcionado o abandonado. En absoluto. La ayuda ya está aquí. Pídela si la necesitas. Conviértete tú mismo en ayuda para otros.
Nos encontraremos por el camino.
Hasta el próximo día.