MÁS SOBRE EL AMOR

9 de diciembre de 2024

 

En el mundo en que vivimos, la evolución forma parte del camino que todos hemos de recorrer.

Transitar de la Mente Inferior a la Mente Superior no es tarea fácil.

En la primera se hallan los niveles de conciencia más elementales, con actitudes muy limitadoras en las que hay mucha emocionalidad, críticas, opiniones, orgullo, vanidad, miedos… Todo lo que nos ata al sufrimiento y nos aleja de la Verdad y el Amor que somos. Son estados en los que el ego cobra mucha fuerza.  

Estamos llamados a trascender esos comportamientos y a establecernos en la calma, el gozo, la confianza, la sencillez… A reconocernos en la bondad.  

El doctor David R. Hawkins señala dieciocho niveles de conciencia para la experiencia humana. Cada uno de esos niveles indica la evolución espiritual que ha alcanzado un ser humano. Interpretamos el mundo y lo percibimos de acuerdo al nivel predominante en nosotros.

El gran salto de conciencia se produce en el grado exacto de 500, el nivel del Amor, muy alejado del sentimiento romántico, la pasión o el deseo, que calibran por debajo de 200 (el nivel mínimo de verdad e integridad). Si avanzamos en nuestra propia transformación nos encontramos con el nivel de 540: el Amor incondicional y la alegría interior. En este nivel la energía aumenta considerablemente y se vuelve burbujeante. El Amor se convierte en una forma de ser y el mundo resplandece en su propia luz interior. Es un nivel en el ya no sentimos emociones negativas porque el ego ha sido trascendido. En palabras del doctor Hawkins:

     “La entrega continua nos lleva a experimentar el estado de amor incondicional, un fenómeno escaso que solo alcanza el 0´04 por ciento de la población. Esta energía es milagrosa, inclusiva, no selectiva, transformadora […], radiante, devocional, santa, misericordiosa y generosa. Se caracteriza por la alegría interior, la fe, la paciencia, la compasión, la persistencia, la esencia, la belleza, la perfección, la entrega, el éxtasis, la visión y la apertura. […] Todo sucede sin esfuerzo, por sincronía.

      En ese estado, la perfección innata y la impresionante belleza de todo lo que existe brillan como una radiación luminosa […]. Aunque sigue siendo posible funcionar en el mundo en las vibraciones más elevadas del amor (por encima de 500), podemos acabar abandonando nuestra ocupación habitual y nuestro medio social.

     En tales estados, lo milagroso es común. Lo que llamamos “sobrenatural” ocurre continuamente, aunque la razón y la lógica no puedan explicarlo. Está claro que ninguna persona hace milagros. Ocurren espontáneamente y por su propia cuenta cuando las condiciones son adecuadas. Evitamos desarrollar un ego espiritual al constatar que los fenómenos son un don procedente de más allá de nuestro yo personal; solo somos canales del Amor, no su origen. Sabemos que el progreso espiritual es resultado de la Gracia, y no de nuestros esfuerzos personales. La gratitud por ese estado reemplaza al orgullo del logro. El proceso de la entrega se profundiza a medida que abandonamos toda duda, todos los sistemas de creencias, todas las percepciones, las posiciones y las opiniones. […] 

     Por humildad, soltamos todas las opiniones sobre los demás. En cierto sentido, nadie puede ser distinto de como es. El amor conoce esta verdad y no toma posición. El amor aumenta lo positivo de los demás, no sus defectos. Se centra en la bondad de la vida en todas sus expresiones. El amor incondicional no espera nada de los demás. Cuando somos amorosos, no tenemos limitaciones ni exigimos nada de los demás para amarlos. Los amamos como son, aunque sean irritantes. Sentimos pena por los delincuentes, que consideraron que una vida de delitos era su mejor opción. […]

     El amor ilumina la esencia de los demás y, por lo tanto, su capacidad de ser amados. Esto se debe a que el amor abre el corazón. En lugar de percibir, el corazón sabe. La mente piensa y discute, pero el corazón sabe y continúa. Así, aunque las personas cometan errores, las amamos”. […]

     A medida que este estado avanza, la existencia adquiere un significado diferente. Tomamos conciencia del ser y de la esencia de todas las cosas, en lugar de limitarnos a su forma. Debido a este cambio de percepción, se revela la perfección de todo. Esta experiencia está fuera del tiempo, no hay pasado ni futuro. En su vibración más elevada, el amor no ve separación entre el individuo y el resto del universo. Nos sentimos en total unidad con todo. […]

     El dejar ir se vuelve más automático y continuo. Los periodos de quietud interior y belleza se producen con mayor frecuencia y duran más. Esto puede ocurrir a un nivel muy profundo”. (1)

Estos luminosos estados del Ser nos están aguardando. A todos. Podemos sentir la llamada en nuestro propio corazón. Y un leve recuerdo, como un fulgor, puede cruzar nuestra mente y dejar en ella una huella sutil de lo que fuimos cuando gozábamos de la Gracia, en la Eternidad. Desde allí se nos tiende una mano y se nos señala el camino de regreso al Hogar. 

La próxima parada: la del Amor incondicional. 

Un afectuoso abrazo.

Hasta el próximo día.

 


      1. Hawkins, David R., Dejar ir. El camino de la liberación. Ed. El Grano de Mostaza. Barcelona, 2015, págs. 176 a 179

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