2 de Junio de 2025

Creo, sinceramente, que la razón por la que estamos en la Tierra es para ser emisores de la paz y del amor. Para recordar quiénes somos en verdad, y regresar a casa, a Dios, de donde procedemos.
Hay almas que vienen por un corto espacio de tiempo al mundo. Otras saben que vivirán largos años. Pero la comunicación profunda y amorosa con nuestra Fuente permanece siempre a nuestro alcance. Podemos recurrir a ella en cualquier momento, con la certeza de que obtendremos la respuesta que necesitamos, porque pueden darse situaciones en las que la persona se sienta perdida, sumida en un mar de sufrimiento, y necesite que la voz de la sabiduría y el amor, la voz de Dios la oriente, la consuele, la abrace en su infinita ternura. Y le haga saber que no camina sola.
Así sucedió con Paul, un adolescente de 13 años a quien se le había diagnosticado un tumor cerebral. Su estado era crítico. Llevaba más de una semana sin comer y siendo alimentado por vía intravenosa. Tanto familiares como médicos estaban convencidos de que no viviría más allá de uno o dos días.
Entonces sucedió un milagro, que Paul le describió después así a Gerald Jampolsky:
“—En medio de la noche de repente no sabía si estaba teniendo un sueño o si estaba alucinando. Lo que sé es que estaba hablando con Dios. Le pregunté si podría tener un poco más de tiempo para ayudar a mis amigos. Le dije que estaba cansado del dolor y del sufrimiento. Que estaba cansado de combatir el cáncer. Y que estaba cansado de luchar con Él. Le dije que estaba dispuesto a aceptar su voluntad y que si pensaba que debía morir entonces, que todo estaba bien, pero que creía que tenía algo más que dar y que ya podía dejarme un poco más de tiempo de regalo. Dios me dijo entonces que iba a pensarlo un momento y luego me dijo que estaba de acuerdo, que tendría más tiempo.
A la mañana siguiente —explica Jampolsky—, con gran sorpresa de todos, Paul pidió comida sólida. Los días posteriores empezó a aumentar de peso y de fuerza. En unos días podía moverse en una silla de ruedas y fue dado de alta. Poco después comenzó a caminar con la ayuda de un bastón y más adelante incluso volvió al colegio”.
Paul aceptó participar en una conferencia que Jampolsky tenía que pronunciar sobre temas de la vida y la muerte en la Facultad de Medicina de la Universidad de Columbia:
“Paul se reveló como un brillante maestro ese día al hablar de su fe en Dios y de que nuestro propósito en la Tierra es servir y ayudar a los demás. Esa noche no sólo fue de utilidad para el nutrido auditorio médico, sino que miles de personas se sintieron alentados por su valeroso espíritu al verle por la televisión…
Unos meses después Paul y su madre vinieron a Tiburón […] Se quedaron en mi casa y a la mañana siguiente participaron en la reunión de oración que suelo celebrar todos los días a las 9. Ese día, todos nosotros sentimos la presencia de Dios de forma muy especial. Mientras rezábamos estábamos cogidos de las manos y en silencio, como solemos hacer en estas reuniones. […]
El Centro mantuvo contacto frecuente con Paul y con su familia. Siempre que yo iba al Este solía desplazarme a Connecticut par visitarle. En una de esas visitas no estaba muy bien. Estaba pálido y parecía deprimido. Le recordé que en el Centro creemos que cuando estamos enfermos, si ayudamos y amamos a alguien, incluso en silencio, podemos llegar a sentirnos felices y la depresión comienza a desaparecer. Le hablé de un nuevo amigo mío, Tony Bottarini, que tenía diez años y que parecía normal en todos los aspectos hasta que hacía unas semanas que había empezado a dolerle una pierna y se había descubierto que se trataba de cáncer de huesos, por lo que se procedió a la amputación de ese miembro. Le sugerí que le telefoneáramos al hospital y que charlara un poco con él, ya que sabía que podía serle útil.
Llamamos. Y en cuanto empezó a hablar con Tony, este jovencito que parecía medio muerto unos momentos antes, se mostró lleno de vida. Empezó a contarle chistes a Tony y, poco a poco, fue surgiendo y desarrollándose una amistad entre ambos.
Unas semanas después me llamaron de un programa de televisión diciéndome que querían hacer parte del mismo en nuestro Centro y pidiéndome algunas sugerencias al respecto. Les dije que creía que las imágenes de Paul y de Tony hablando por teléfono podía ser una idea estupenda y una clarísima demostración de lo que un par de jovencitos totalmente desasistidos podían hacer el uno por el otro.
Entonces pensé que eso era parte del cumplimiento del compromiso de Dios de dar a Paul un poco más de tiempo para ayudar a los demás. Pero no creo que ni el mismo Paul soñara alguna vez que “los demás” pudieran ser más de cincuenta millones de personas.
Durante toda su enfermedad Paul y su familia siguieron haciendo presentaciones conmigo y ayudando a muchas personas por teléfono. El 17 de octubre recibí una llamada de su familia a eso de las 5 de la madrugada diciéndome que Paul acababa de morir plácidamente mientras dormía”.
Es una historia conmovedora y luminosa. Sé, con toda certeza, que las preguntas del alma obtienen siempre respuesta. Podemos decidir que, mientras estemos en el mundo, todo lo que hagamos, digamos o pensemos sea únicamente para los propósitos de Dios. Para el mayor bien de todos los seres. Es una opción que transforma la vida; le da un sentido precioso y único.
La huella indeleble del Amor sigue en nosotros por toda la Eternidad.
Que Dios te bendiga.
Hasta el próximo día.
-
-
-
Jampolsky, Gerald, ENSEÑA SOLO AMOR. Ed. Los Libros del Comienzo. Madrid, 1993. Págs. 109 y ss.
*El título procede de un capítulo de la obra.
-
-