16 de junio de 2025

Un pensamiento amoroso cura y uno negativo produce enfermedad. Y es que un poder latente e infinito descansa en cada uno de nosotros, capaz de sanar enfermedades y hacer de nuestra vida una experiencia extraordinaria y única. Todo depende de nuestras creencias, ya que lo que creemos da forma al mundo y se refleja en nuestro cuerpo.
Así, alguien que tiene pensamientos y sentimientos negativos repetitivos puede dañar su corazón, pues tal actitud obstruye ese meridiano o canal de energía. Si la persona persiste durante años en sus resentimientos, ello afectará a la fisiología del corazón, al recubrimiento interno de las arterias y al funcionamiento de los otros órganos corporales, porque el cuerpo expresa lo que está contenido en la mente, así como la manera habitual de pensar de la persona. (1)
El doctor David Hawkins se curó de múltiples enfermedades examinando en él las creencias que le habían ocasionado el daño. Las canceló todas afirmando:
“Yo ya no creo en esta enfermedad. Soy un ser infinito y no estoy sujeto a ella. Solo estoy sujeto a lo que tengo en mente”. (2)
No rechazó los síntomas que la enfermedad producía en su cuerpo, sino que se permitía sentirlos sin resistirse a ellos. Hawkins asegura que es la resistencia al síntoma lo que contribuye a que la dolencia persista. Tampoco los nombraba de ninguna manera, puesto que ponerle un nombre a la afección descarga todo un programa de efectos negativos asociado a la palabra.
Esta ha sido su experiencia:
“Podemos ver cuán poderosa es la mente, y una de las dificultades que a veces hemos de superar en la autocuración es la de estar dispuestos a aceptar el gran poder de la mente. No podemos dejar que un pensamiento negativo pase por ella sin ser cuestionado. No podemos decir: “Tengo diabetes” y dejar ese pensamiento sin cuestionar. El sistema de creencias es tan poderoso que el simple hecho de creer “tengo diabetes” es suficiente para potenciar la enfermedad. Uno tiene que cancelar ese pensamiento y decirse:
“Soy una persona que en una ocasión pensó eso, pero solo estoy sujeto a lo que tengo en mi mente. Soy un ser infinito y no estoy sometido a eso”.
Así uno libera y cancela cualquier síntoma, reemplazándolo por la verdad. […]
Como tenía tantas enfermedades, necesitaba anotarlas en una lista para recordarlas, porque me olvidaba de la mitad de ellas… Por ejemplo, tenía úlcera de duodeno que era intratable… Sufría migrañas… Además, tenía la enfermedad de Raynaud, que impedía que la sangre fluyera a mis extremidades, con el peligro de gangrena en las puntas de los dedos. Tenía gota y un alto nivel de ácido úrico. Al mismo tiempo sufría de hipoglucemia severa. No podía comer azúcar, dulces o almidones. Padecía diverticulitis que había requerido hospitalización y transfusiones de sangre. También pesaba unos 25 kilos de más.
Las cosas estaban mal de un extremo a otro del tracto gastrointestinal, pero también en el sistema circulatorio, en el digestivo, en el equilibrio hormonal y en la química de la sangre, incluyendo niveles elevados de colesterol, ácido úrico y migrañas. Todas estas cosas indicaban estrés y presión dentro del sistema nervioso central y dificultades en el sistema nervioso autónomo. Además tenía un tumor quístico pilonidal que normalmente habría requerido cirugía; pero, poco a poco, desapareció espontáneamente.
Más adelante, tuve fallos cardíacos severos a causa de la enfermedad de Grave (hipertiroidismo), para la que me recetaron cirugía o radiación, pero me negué a recibirlas… Y una lesión en el pulmón derecho. Me hicieron una biopsia de pulmón, que produjo el colapso del mismo y neumotórax (acumulación de aire o gas en el espacio que rodea a los pulmones)… Me negué a tomar la combinación de cinco antibióticos que me recomendaban, que habrían costado 10.000 dólares al mes, puesto que de todos modos ofrecían una tasa de curación muy baja.
La lesión del pulmón fue desapareciendo lentamente sin tratamientos físicos. Los fallos cardíacos desaparecieron y también el neumotórax. La tiroides finalmente recuperó el funcionamiento normal sin cirugía ni radiación. Además de lo anterior, me amputé el pulgar izquierdo mientras trabajaba en la carpintería, que fue reparado en una operación sin anestesia, y también fui operado de una hernia inguinal recurrente, asimismo sin anestesia. Las úlceras de duodeno crónicas, recurrentes e intratables desaparecieron después de tres tratamientos de acupuntura.
Procesé y gestioné todas las enfermedades y operaciones quirúrgicas que he descrito dejando de resistirme momento a momento, cancelando los sistemas de creencias y rindiéndome totalmente a la Voluntd Divina. Todas estas curaciones se consiguieron sin narcóticos ni anestesia. La totalidad de esta serie de enfermedades fue consecuencia de tendencias kármicas que salieron a la superficie debido a mi intenso trabajo espiritual que inicialmente aceleró su aparición, pero más adelante facilitó su curación y desaparición de manera aparentemente milagrosa.
Tuve que indagar en mis sistemas mentales para averiguar qué estaba ocurriendo, porque era evidente que no se podía decir que una persona con tantas enfermedades estuviera libre de conflictos. Empecé a estudiar mi perfeccionismo y a ver que esta tendencia, que me permitía perdonar a otros pero no a mí mismo, estaba creando intolerancia hacia mi propia humanidad. Como puedes ver, ser intolerante, condenar y atacar…, todas estas cosas dentro de uno producen culpa inconsciente con respecto a las propias limitaciones humanas. […]
Esto nos lleva a la compasión porque ahora podemos ver que hemos ido incorporando programas a medida que íbamos creciendo durante nuestra juventud o adolescencia. Por ejemplo, no queremos admitir que tenemos pensamientos y sentimientos negativos, e incluso miedo, o que tenemos deseos o sentimientos de pérdida, lamento o desesperanza. No son aceptables. Entonces, a partir de este rechazo constante de nuestra propia humanidad se van acumulando el autoodio y la culpa. El resultado es que tenemos que adoptar una manera de ser que sea mejor y más curativa para con nosotros mismos. Se trata simplemente de elegir ser compasivos y perdonarnos.
Tomé la decisión de ser así conmigo mismo, tal como ya era hacia los demás… Lo que perdono en los demás me lo perdono automáticamente a mí mismo, porque lo único que veo ahí fuera es a mí mismo proyectado en el mundo”. […] (3)
Deseo, querido lector, que las experiencias del doctor Hawkins te ayuden a comprender y aceptar el poder inmenso que yace en tu interior, y que contribuyan para ti a una vida próspera y feliz, libre de enfermedades.
Un afectuoso abrazo.
Hasta el próximo día.
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Hawkins, David R., CURACIÓN Y RECUPERACIÓN. Ed. El Grano de Mostaza, Barcelona, 2018. Pág.. 69.
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Ibid., pág. 66.
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Ibid., pág. 70 y ss.
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