OTRA MANERA DE VERLO

30 de diciembre de 2024

 

A veces surgen entre los seres humanos situaciones conflictivas. Con frecuencia, las decisiones que tomamos afectarán de una manera significativa no solo a nuestro presente sino también a nuestro futuro. Y al de otras personas. Pasa en todas las áreas de la vida. Cuando miramos atrás, a aquellos momentos difíciles, nos damos cuenta de lo combativos que estuvimos y de que nuestra conducta belicosa no hizo más que dañarnos a nosotros y a los otros implicados. Esa actitud de atacar y defendernos nos lleva directamente a la lucha, al encono y, por lo tanto, al sufrimiento.    

Queremos que el otro pague por lo que nos hizo, bien sea la factura en costes de dinero o en padecimiento emocional. En palabras de Jampolsky:

     “Años después de haberse divorciado, muchas personas recuerdan lo sucedido y se dan cuenta de que las cuantiosas sumas que gastaron para pagar los honorarios de los abogados podrían haberse ahorrado si se hubiera hecho un esfuerzo por conciliar y subsanar los agravios infligidos. Muchos problemas se habrían resuelto si las partes en litigio hubieran encontrado otra manera de actuar que no fuera la de atacar-y-defenderse. 

     “[…] Sin duda hay ocasiones en la vida en las que se debe hacer frente a un daño sufrido, pero quizás existan otras formas de hacerlo que pueden ser curativas, en vez de servir tan sólo para causarnos aún más daño unos a otros. 

     Tal vez cada uno de nosotros podría resolverse a encontrar maneras de lidiar con los desacuerdos que no nos lleven a descargar nuestra ira en los demás y a tratar de vengarnos. Tal vez exista un modo menos costoso de zanjar nuestros pleitos que el de llevarlos ante los tribunales.

     Tal vez algunos de nuestros pleitos podrían zanjarse aun antes de acudir a un abogado. Tal vez podamos seguir buscando arreglos que no ocasionen daño, y encontrar soluciones en las que ambas partes salgan ganando. Quizás sea posible escucharnos unos a otros de otra manera, con la voluntad de ver todas las caras de un conflicto, y no sólo la nuestra”. 

Tradicionalmente se ha visto el ejercicio del derecho como “una de esas actividades en las que tenemos que aferrarnos a la acusación y a la culpa como nuestras únicas realidades. Sin embargo, estamos comenzando a encontrar abogados, en todo el país, que ven la práctica del derecho desde una perspectiva muy diferente. […] 

     Estamos comprobando, incluso en nuestra propia vida, que cuando nos hallamos frente a algún problema que requiere la ayuda de un abogado, podemos abordarlo teniendo como única meta nuestra tranquilidad de espíritu. Y también podemos negociar soluciones pacíficas aun reconociendo nuestra ira y la de quienes posiblemente nos vean como enemigos adversarios.   

     En los últimos años hemos tenido la suerte de conocer varios abogados con espíritu verdaderamente innovador en la práctica de su profesión. Estas personas están examinando sus vidas y la práctica del derecho, y se están diciendo: “Debe existir otra manera de contemplar este mundo que no sea en función de atacar y defenderse”.

     Algunos de estos abogados han estado orientados a lo espiritual desde hace años, mientras que otros apenas están emprendiendo su búsqueda espiritual. En su vida personal, están procurando tomar el rumbo de centrarse en la tranquilidad de espíritu como única meta. Su propósito es vivir sin culpar a otros, esforzándose por encontrar el propósito de su vida en amar, perdonar y prestar ayuda tanto como les sea posible. Se están preguntando a sí mismos: “Mi objetivo es sólo hacer dinero o es ayudar a la gente? ¿Estoy viviendo con integridad y llevando una vida verdaderamente significativa?”

No creo que hayamos de vivir nuestras vidas batallando continuamente. Vamos a hacer todos un esfuerzo para verlo de otro modo; para empezar a vislumbrar la humanidad de la otra persona, su sufrimiento, su vulnerabilidad y la nuestra propia.

Empleemos la empatía y la compasión unos con otros. Acerquemos puntos de vista. Yo sé que podemos hacerlo. Es muy grato sentir la cordialidad y el afecto entre las personas. Aceptemos la tranquilidad de espíritu como única meta, en lugar de estar siempre en la lucha, buscando culpables, azotados por la ira o el resentimiento. Esa no es forma de estar en el mundo.    

Vinimos a vivir en paz en la Tierra y a ser felices. Siempre estamos a tiempo. Abracemos el cambio. Creemos, entre todos, el mundo radiante y amoroso que llevamos dentro. 

Así sea.

Hasta el próximo día.     

 


      1. Jampolsky, Gerald, y Cirincione Diane V., Cambia de idea, cambiará tu vida. Ed. Altaya, Barcelona, 1995, pág. 219 a 222.

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Armonía Martín
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