UN CAMINO DIFERENTE

28 de octubre de 2024

Conversaba estos días con una amiga sobre las creencias que albergamos los seres humanos, y lo mucho que llegan a limitar nuestras vidas.

Hay en nosotros programas inconscientes, llenos de ideas, actitudes y pensamientos que trabajan en contra de nuestra felicidad y de la felicidad de los demás. Pero aún conservamos la libertad de elegir los que ponemos en nuestras mentes. Y eso es un gran don.

Tengo absoluta confianza en el ser que Dios creó. Sé que podemos cambiar de comportamiento, vivir una vida de integridad y plenitud; que no necesitamos buscar constantemente a alguien a quien culpar de lo que nos pasa; que podemos aprender a perdonar y a perdonarnos. A relacionarnos con cordialidad con los demás.

Está en nuestras manos conservar nuestra paz espiritual, incluso aunque hayamos pasado por situaciones muy duras o nos hayan lastimado profundamente.

Personalmente, no quiero que nadie ahí afuera decida con su comportamiento cómo he de sentirme o cómo he de reaccionar. Nadie nos puede arrebatar la calma interior si nuestra elección es vivir en paz.

Nuestras vidas pueden mejorar. Muchísimo. Y lo harán, porque tenemos la capacidad de reconocer el amor y la bondad que hay en nosotros. Y de reentrenar nuestras mentes, como hizo Gerald Jampolsky con su propia vida, consciente de que las creencias que albergaba sobre sí mismo estaban a punto de destruirlo.

Él lo explica de este modo:

     “Desde 1925 hasta 1975, los primeros cincuenta años de mi vida me sentí víctima de mis propias actitudes incorrectas y mis malos hábitos. Y por más que lo intentara, no parecía ser capaz de cambiar ni mis juicios sumamente críticos sobre mí mismo, ni mi conducta. (1)

     Me sentía indigno de ser amado, y nadie podía convencerme de lo contrario. […] Me odiaba a mí mismo y me paralizaba el temor de ser rechazado. Aunque tal vez pareciera fuerte por fuera, mi corazón se sentía débil y herido, y yo persistía en levantar un alto cerco a mi alrededor para que los demás no se me pudieran acercar. Me sometí a varias clases de psicoterapia. Hasta probé con el psicoanálisis, pero nada parecía dar resultado.

     […] Me había convencido a mí mismo de que era incapaz de cambiar y de que estaba condenado a fracasar en la vida. […]

Al recordarlo, me doy cuenta ahora de que mis actitudes negativas y temerosas respecto de mí mismo afectaban todos los aspectos de mi vida. Aunque profesionalmente logré un gran éxito —según lo evalúa el mundo—, mi vida interior distaba mucho de ser un éxito, pues estaba plagada de conflictos.

     […]Estas actitudes tuvieron un doloroso papel en mis relaciones con los abogados durante mis trámites de divorcio. Mi temor, junto con mis actitudes implacables y desamoradas hacia mí mismo, parecía ser irreductible.

     Yo les tenía miedo al amor y a las relaciones íntimas. Temía resultar herido. Atormentado por la culpa, oscilaba entre culparme a mí mismo y culpar a los demás. Mis mayores fracasos parecían ocurrir cada vez que trataba de controlar a las personas y los acontecimientos de mi entorno.

     Ahora me doy cuenta de que no era yo el único en tener esta visión del mundo. Hay muchas otras personas que transitan por la vida con los mismos sentimientos que he descrito.

      En 1975 —durante un período en el que me estaba destruyendo a mí mismo con el alcohol— sentí que nada ni nadie podría ya ayudarme. Yo era un ateo activo y no me interesaba en lo más mínimo nada que se relacionara con lo espiritual. Fue entonces cuando me ocurrió un milagro. Mi amiga Judith Skutch Whitson me dio un ejemplar de un manuscrito inédito titulado “Un Curso de milagros”. El curso era acerca del poder del amor y el perdón y de cómo ambos pueden ofrecernos absolutamente todo lo que deseemos. Cuando me convertí en alumno del curso, mi vida comenzó a cambiar en forma notoria y a asumir un significado y un propósito totalmente diferentes.

     Empecé a descubrir que no era mi conducta la que necesitaba un cambio. Lo que debía cambiar eran mis pensamientos, mis creencias y mis actitudes. Cuando me di cuenta de que mis pensamientos eran los que creaban mi realidad, me encontré con que la curación de mis actitudes comenzaba a crear una nueva realidad para mí. A medida que fui dejando de aferrarme al temor y la culpa y empecé a preocuparme más por “dar” que por “recibir”, también comencé a experimentar una paz interior que hasta ese momento jamás habría creído posible.

     Al disiparse mi actitud de “yo primero”, de pronto tuve fe y acepté la opción de confiar en un poder superior que me guiara. Comencé a sentir el poder del amor y el perdón, que me brindaba felicidad. Algunas relaciones que yo había pensado que jamás se remediarían empezaron a remediarse. Cuando me libré de mi compulsión de controlar a los demás y dejé que Dios me guiara, comenzaron a ocurrir milagros de amor en mi vida”.

Podemos liberarnos de las actitudes y pensamientos que nos hacen infelices. Nuestro verdadero ser solo contiene pensamientos de bondad y de amor. Y es posible para todos recuperar esa condición. El camino está despejado para cada uno de nosotros. En palabras de Jampolsky:   

     “[…] Cuando nos libramos del miedo, sólo queda el amor.

     A medida que comenzamos a aplicar estos principios en cada parte de nuestra vida, nos es de ayuda considerar la “salud” como una paz interior y la “curación” como el proceso de librarse del miedo. Este proceso se basa en la premisa de que cada instante nos brinda una nueva oportunidad de volver a examinar nuestra vida y de elegir otra vez qué es lo que queremos sentir: amor o temor, paz o conflctos”. (2) 

¿Mejorarán todas nuestras relaciones con otros seres humanos cambiando de actitud hacia ellos? 

Y la respuesta es sí.

¿Y seremos más felices? ¿Sentiremos más paz?

La respuesta vuelve a ser sí, eso también.

¡Pues vamos a hacerlo!   

El momento de empezar es ahora.                              

Porque, verdaderamente, cada uno de nosotros es un regalo en la vida de otras personas. Y una bendición para toda la humanidad.

Hasta el próximo día.

                                                   

  


      1. Jampolsky, Gerald., Cirincione, Diane V., Cambia de idea, cambiará tu vida. Ed. Altaya, Barcelona, 1995. Págs.25 a 27.
      2. Ibid., pág. 29.

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Armonía Martín
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