20 de Mayo de 2025

Nuestro paso por el mundo es absolutamente leve, apenas un instante en el hermoso tapiz de la Eternidad. Cuando abandonamos el cuerpo, lo que sucedió en nuestra vida, con todas sus preocupaciones y alegrías, cae en el olvido. Se vuelve irrelevante mientras nos adentramos más y más en la indescriptible experiencia del Amor, y en su inigualable paz. Entonces tomamos conciencia del Ser infinito que somos, gloriosos y bellos para siempre.
Cuando el sentimiento de amor y unidad con el ser a punto de partir es muy profundo, se hace posible acompañarlo durante un breve tramo del sendero y compartir la extraordinaria vivencia, como le sucedió al doctor Hawkins con su madre:
“Mi madre y yo no vivíamos muy cerca: ella vivía en Florida y yo en Nueva York, y no podía visitarla con frecuencia. Un día, mientras paseaba por un bosque en Nueva York, de repente supe intuitivamente que debía ir a Florida. De pronto, supe que mi madre se estaba muriendo. Recibí una llamada como de: “Ven aquí ahora mismo”. Volví a casa y reservé un billete de avión para el primer vuelo que pude conseguir, que salía a la mañana siguiente. Después de hacer la reserva la llamé a su casa y me dijeron que la habían llevado al hospital. Supe que se estaba muriendo.
Cuando llegué al hospital, sentí un tremendo alivio por ella. De repente sentí una gran liberación de tensión. Cuando entré en su habitación, estaba llena de personal médico. Yo era un “famoso” especialista de Nueva York y este pequeño hospital quería asegurarse de que nada fuera mal y de que todo estuviera bien atendido, de modo que prácticamente todo el personal estaba allí.
Y allí estaba también mi madre, con su tanque de oxígeno y todo tipo de tubos insertados en su cuerpo, junto con todo tipo de medidores y aparatos eléctricos para hacer funcionar su corazón. De repente, cuando entré en la habitación, en ese momento supe que ella acababa de abandonar su cuerpo, sentí su éxtasis absoluto al partir. Estaba encantada de irse. Fue como un estado de alegría infinita y éxtasis, y yo fui psíquicamente uno con ella en esa experiencia: sentí exactamente lo que ella sentía.
Había esperado hasta que yo llegara para dejar el cuerpo, y nuestras dos voluntades se unieron para conocer esa experiencia. Ella había querido que yo viviera la experiencia con ella, de modo que, cuando entró en ese estado de éxtasis infinito y absoluto en eterna expansión, yo estaba allí con ella. Nadie fue nunca tan feliz de abandonar su cuerpo como mi madre. Durante años había estado esperando irse. Cuando llegó el momento, se sintió muy, muy feliz. […]
Entonces todos me miraron como si esperaran que yo entrara en un estado de infelicidad o algo así, pero no lo hice. Estaba en éxtasis, en el mismo estado que mi madre; estaba con ella. ¿Qué había que lamentar? Mi madre nunca había sido tan feliz en toda su vida”.
Con certeza, los seres amados que nos han precedido existen felices en el mundo de Dios, donde la dicha y la paz son para siempre. Y aguardan, con profundo Amor, nuestro regreso a casa, una vez haya concluido en la Tierra nuestro ciclo vital.
Será una alegría inmensa reencontrarme con ellos algún día, en la gloriosa Eternidad.
Un afectuoso abrazo.
Hasta el próximo día.
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Hawkins, David R., Curación y recuperación. Ed. El Grano de Mostaza. Barcelona, 2015. Págs. 486, 487.
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