A veces, las cosas parecen más difíciles de lo que en realidad son. Nos resignamos a vivir una vida limitada por experiencias de un pasado que ya ni siquiera recordamos. Sucede, con frecuencia, que nos hemos acostumbrado a caminar “con la piedra en el zapato” y casi nos sentimos cómodos con pensamientos que nos nos llenan de tristeza o desánimo; con sentimientos de encono hacia otros seres humanos.
Las situaciones del pasado no resueltas pueden condicionar nuestra vida. Y lo hacen sin que nos demos cuenta. Pongamos conciencia en la clase de pensamientos que llenan nuestra cabeza a lo largo del día. Observemos si son pacíficos, amorosos, de alegría y confianza en la vida. Porque eso también está en nosotros. Y podemos rescatarlo del olvido.
Y cuando alguien cruza por nuestra mente, contemplemos si nuestra reflexión sobre esa persona la apoya; si estamos viendo lo mejor de ella o si, por el contrario, el ego ha hincado en nosotros sus afiladas uñas y andamos pensando en críticas.
Todos buscamos ser felices, vivir en paz, amar y ser amados. En ocasiones, las personas se pierden por el camino, olvidan quiénes son en verdad. Y esto las hace desdichadas. Pero es posible superar esa condición, salir adelante, recuperar nuestro poder y tener una existencia gozosa y plena. En palabras de Jampolsky:
“Cada uno de nosotros tiene muchas opciones, y en cada momento de nuestra vida podemos volver a elegir. No tenemos por qué ser eternamente víctimas de nuestro medio. Pero para encontrar otra manera, debemos esforzarnos por no actuar a partir de reacciones reflejas que estén basadas en nuestras experiencias y nuestro condicionamiento pasados.
Podemos optar por mirar dentro de nosotros mismos cada día, para ver si nos queda algún residuo de miedo, censura, rencor y odio. Si lo encontramos, podemos optar por cambiar nuestra mente y desprendernos de los pensamientos negativos y enjuiciadores. Estas nuevas opciones cambian nuestra vida. Podemos elegir, en cualquier momento, tomar la resolución de crear un presente que no esté determinado por las oscuras sombras del pasado temible y doloroso. Elegir un presente que esté basado en el amor y el perdón.
Y recordarnos a nosotros mismos que la tranquilidad de espíritu sólo se convertirá en realidad si neutralizamos los juicios negativos que hacemos unos sobre otros y si creemos en la igualdad con todo el corazón. La tranquilidad de espíritu no será nuestra hasta que tengamos el mismo interés por los demás que por nosotros mismos.
Cuando cada uno de nosotros ve la luz de los demás, el poder del milagro del amor entra en nuestras vidas. Cuando eso suceda, cuando comencemos a cambiar nuestra mente, también cambiará nuestra vida, y el prejuicio y la discriminación empezarán a desaparecer de la faz de la Tierra”.
Así sea.
Hasta el próximo día.