A VECES SOLO FUNCIONA EL AMOR

26 de Diciembre de 2024

 

 

Que el cuerpo refleja un estado de la mente ya pocos lo cuestionan. Más desconocida es la luminosa verdad de que en nuestras almas descansa un poder infinito, aunque lo hemos olvidado. Podemos tomar conciencia de él y emplearlo para nuestro propio bien y el de toda la humanidad. Está relacionado, como todo lo que es bello, curativo, armonioso y pacífico, con el Amor. 

He aquí la experiencia de Betty, que el doctor Hawkins comparte con nosotros, y que arroja mucha luz sobre el tema:

     “Cuando todos los dispositivos de compensación de la mente fallan y el miedo se vierte en la conciencia en ataques de ansiedad o fobias evidentes, se etiqueta a la persona como paciente de una neurosis de ansiedad. Es una información a destacar que el tranquilizante Valium es el fármaco más vendido en Occidente.

     Los temores tienden a aumentar. Así, el paciente típico con fobias muestra una extensión progresiva del miedo en más y más ámbitos de su vida, lo que le lleva a más y más restricciones de su actividad, y, en casos severos, a una total de inmovilización. Este fue el caso de una paciente llamada Betty.

     Betty tenía treinta y cuatro años, pero parecía mucho mayor porque estaba delgada y demacrada. Entró en la consulta cargada completamente con bolsas de papel en las que había más de cincuenta y seis preparaciones diferentes de herboristerías, vitaminas, suplementos nutricionales y comida especial. Su miedo había comenzado como una fobia a los gérmenes y pronto todo a su alrededor parecía estar posiblemente contaminado por ellos. Tenía muchos miedos en relación a la salud y a contraer enfermedades contagiosas, y había evolucionado hacia el miedo al cáncer. Creía cada historia terrible que leía, de modo que temía consumir casi cualquier alimento. Tenía miedo del aire que respiraba, y de que la luz del sol entrara en contacto con su piel. Llevaba ropa blanca porque tenía miedo de los tintes textiles.

     En la consulta nunca se sentaba porque tenía miedo de que la silla pudiera estar contaminada. Cada vez que necesitaba una receta, pedía que fuera escrita en un talonario de recetas que no hubiera sido tocado. Además, quería arrancar la página del talonario ella misma; no quería que yo la tocara por si llevaba los gérmenes del último paciente al que le había dado la mano. Llevaba guantes blancos en todo momento. Me pidió ser tratada por teléfono ya que tenía demasiado miedo como para volver a hacer el viaje a la consulta.

     A la semana siguiente, por teléfono, me dijo que llamaba desde su casa porque ahora tenía miedo a salir a la calle. Había desarrollado miedo a los ladrones, a los violadores, y a la contaminación del aire. Al mismo tiempo, tenía miedo a empeorar si se quedaba en la cama y, para agravar todos sus otros temores, tenía miedo a estar perdiendo la cabeza. Le preocupaba que la medicación no la ayudara y que pudiera tener efectos secundarios, pero le preocupaba no tomarla por miedo a no mejorar. Y ahora tenía miedo de ahogarse con las píldoras y había dejado de tomarlas, incluso las del herbolario.

     Sus temores eran tan paralizantes que cada acción terapéutica quedaba totalmente bloqueada. No me permitía hablar con su familia. Tenía miedo de que se enteraran de que estaba visitando a un psiquiatra y pensaran que estaba loca. Yo estaba totalmente desconcertado y atormenté mi cerebro durante semanas pensando cómo podía ayudarla. Finalmente, lo dejé ir. Experimenté el alivio de la entrega total: «No hay absolutamente nada que yo pueda hacer para ayudarla. Lo único que me queda por hacer es amarla.»

     Y eso fue lo que hice. Sólo pensaba en ella con amor, y con frecuencia le enviaba pensamientos cariñosos. Le di todo el amor que pude cuando hablamos por teléfono y, al fin, después de un par de meses de «terapia de amor», ella mejoró lo suficiente como para venir a la consulta. A medida que pasaba el tiempo, mejoró y sus miedos e inhibiciones comenzaron a disminuir, aunque nunca tuvo ninguna comprensión. Le daba demasiado miedo hablar de cuestiones psicológicas, decía, así que durante meses y años de tratamiento, lo único que hice fue amarla.

        […] «Bueno, podrías decir, si enviar pensamientos de amor tiene un poder sanador, ¿cómo es que vemos a todos esos enfermos en los hospitales, cuyas familias son tan solícitas? ¿Por qué el amor de la familia no cura al paciente?» La respuesta es ver el tipo de pensamientos que están siendo enviados por la familia al paciente. Si los examinas, verás que son principalmente pensamientos de angustia y miedo, acompañados de culpa y ambivalencia. […] (1)

Ciertamente, unas explicaciones extraordinarias que nos ayudan a comprender el poder y la excelencia de ese sentimiento maravilloso al que llamamos Amor. Vamos a elevar nuestro nivel de conciencia. Juntos. Como grupo. Como humanidad. Vamos a sanarnos unos a otros por el poder del Amor. Que nuestra sola presencia sea ya curativa para nuestros hermanos y hermanas del mundo. Para toda la Tierra. Podemos lograrlo. 

Nos encontraremos por el camino.

Hasta el próximo día.

 


    1. Hawkins, David, R., Dejar ir, el camino de la liberación, Ed. El Grano de Mostaza, 2015, págs. 106 a 109.
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Armonía Martín
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