6 de Enero de 2025

Una de las mayores alegrías de mi vida es la de poder bendecir al mundo de todas las maneras posibles. Bendigo, silenciosamente, a las personas que se cruzan conmigo por la calle, a l@s emplead@s del supermercado, a la señora que vende periódicos en el estanco de la esquina, a quienes toman su desayuno o comida en alguno de los restaurantes que hay frente a la playa.
Extiendo una bendición al señor que pasa sentado en una silla de ruedas; a su esposa, que lo acompaña. A los niños que pasean al pequeño caniche con el abuelo, al indigente que pide limosna en la puerta de la cafetería.
Los bendigo en su paz, en su abundancia, en su salud perfecta, en su Luz. Los bendigo en su felicidad y en su integridad absoluta, en su poder para salir adelante de cualquier circunstancia, en su capacidad de amar. Porque sé que bendecir es crear un círculo de luz alrededor de las personas, desear su mayor bien, procurar su dicha. Sé, también, que esa bendición mejorará sus vidas y un apacible resplandor iluminará sus caminos.
La práctica de bendecir irrumpió en mi vida hace mucho tiempo. Fue algo que surgió de una manera natural. De repente, un día me encontré bendiciendo al mundo y a quienes lo habitan. Esa tendencia se afianzó cuando leí un escrito de Pierre Pradervand. Lo había recibido él por inspiración y se llamaba, precisamente, El arte de bendecir. Un mensaje que ha hecho mucho bien al mundo.
Recuerdo cómo llegó a mí el título del librito: me lo había anotado en un papel, veinte años atrás, Isabel, una mujer menuda y llena de amor que regentaba una peluquería. La pequeña hoja de libreta permaneció guardada en el bolsillito de un viejo monedero que apenas utilizaba.
Un día, mientras escribía mi novela, En la Luz, el nombre del escrito emergió en mi mente. Busqué el pasaje por diferentes medios hasta dar con él y lo leí, impresionada por la luz que emanaban sus ideas y por la belleza de sus palabras. Supe entonces que aquel texto, breve e intenso, estaba destinado a formar parte de la obra que escribía. Me honro de que aparezca en el capítulo 41 de la novela y agradezco a Pierre Pradervand que accediera a que lo incluyera en la misma. (1)
Isabel falleció hace ya bastantes años. Nunca llegó a saber que aquella anotación suya para que leyera yo El arte de bendecir había sobrevivido varias década hasta llegar a la novela y, de allí, a los lectores de la misma. Pero donde se encuentre, le expreso mi cariño e inmensa gratitud, en la certeza de que algún día nos encontraremos y podremos abrazarnos, felizmente, en la Eternidad.
El acto de bendecir va conduciendo al practicante, de una manera sutil, a un estado de amor y júbilo. Y a la paz. El amor a las personas y al mundo en general se hace intenso en el centro del pecho. Y desde ahí irradia hacia toda la vida sin que uno tenga que hacer nada. Simplemente ama. Se siente una alegría permanente sin ningún motivo externo. Y se disculpan con facilidad las ofensas o el daño que otro ser haya podido causar. No hay ningún impulso de crítica hacia nadie. Se comprende fácilmente por qué la gente actúa como lo hace.
Hay empatía y compasión por las desdichas ajenas. Toda la gente se ve hermosa y parece tener en su interior algo que resplandece. Es un estado sorprendente y muy agradable para quien lo experimenta. Este estado glorioso puede perderse si desciende el nivel de la conciencia del individuo.
Ciertamente, puede resultar difícil bendecir a ciertas personas que nos han perjudicado mucho o con quienes no nos entendemos de ninguna manera. Pero podemos tratar de encontrar algún modo de abrir caminos, como hizo esta mujer, amiga de Pradervand:
“Pienso que aquel o aquella que no tiene ninguna experiencia de desarrollo personal o de búsqueda espiritual puede sentirse desvalido, e incluso culpable, si no logra aplicar estos conceptos en su propia vida. En efecto, no es realmente fácil bendecir al enemigo… algo sé yo de eso. Recuerdo el día en que decidí bendecir a Roger (un compañero de trabajo), porque realmente mi situación con él no tenía salida. Bendecirlo era algo superior a mis fuerzas y capacidades: ¡así que [yo] no podía pedirme [a mí misma] demasiado!
Encontré entonces un medio que me permitiera superar el bloqueo: lo bendije en la perseverancia que ponía en enseñarme las lecciones que yo necesitaba aprender. ¡Y la cosa funcionó! Eso me permitió luego derramar la bendición sobre él mismo. ¡Pero necesitaba una puerta de entrada que me fuera accesible en mi situación inicial!”. (2)
Ya veis, apreciad@s amig@s, que siempre hay senderos que nos llevan al entendimiento y concordia, si queremos encontrarlos. Pierre Pradervand nos invita a hacer la siguiente práctica:
“[…] No se trata de ningún truco mágico. Pero si perseveras y dejas hablar al lenguaje de tu corazón, si te perdonas tus propias resistencias, llegarán los frutos con la misma seguridad que la floración en primavera.
He aquí un ejercicio que puede ayudarte. En la calma de una habitación donde estés solo (a), sin estrés, o en un rincón aislado del campo, imagínate a la persona o personas con las que tengas más dificultades en tu vida (puede tratarse incluso de personalidades públicas o de políticos). ¡Están reunidas todas juntas en un salón con la única intención de bendecirte a ti! Ciertamente te sentirás profundamente conmovido, al menos. Pues si te proporcionaría una inmensa alegría ser bendecido por quienes te crean problemas, ¿por qué no ser tú quien tome la iniciativa de invertir las energías negativas adelantándote tú a bendecirlos? En vez de sentirte víctima de una situación, te sentirás de pronto responsable, activo, capaz de tomar la iniciativa. Demostrarás que eres dueño de la situación, en vez de tener que padecerla y soportarla”.
Os animo, queridos lectores, a hacer la práctica. Y a entrar en este luminoso camino de la bendición porque:
“[…] Todos estamos unidos en una red planetaria increíblemente intrincada, que va mucho más allá de todo lo que podríamos siquiera empezar a imaginar. […] Cada uno de nuestros pensamientos, por muy imperceptible que sea, puede ayudar a elevar un grado la consciencia planetaria, y una bendición sincera y sentida en lo más profundo de nuestro ser puede cambiar una vida en la otra punta del globo”. (3)
Que la Paz os acompañe.
Hasta el próximo día.
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- Armonía Martín, EN LA LUZ, Una novela espiritual. Ed. Vía Directa. Barcelona, 2024. Cap. 41
- Pierre Pradervand, El arte de bendecir. Ed. Sal Terrae. Maliaño (Cantabria), 2022. Pág. 59.
- Pierre Pradervand, 365 Bendiciones para sanarme a mí mismo y al mundo. Ed. Mensajero. Bilbao, 2018. Págs. 322,323.