13 de enero de 2025

Vivimos en un universo en el que todo, absolutamente todo parece estar separado. Cuerpos celestes, personas, animales, objetos…, y hasta nuestro propio cerebro, con sus dos hemisferios, evidencian semejante división. E igualmente, nos sentimos separados, no solo entre nosotros, sino también de Dios.
Pero los grandes maestros espirituales de todas las épocas aseguran que se trata de una falsa percepción; que el mundo que habitamos no existe en realidad sino que forma parte de un sueño en el que todos hemos caído. Y que jamás pudimos separarnos de nuestro Creador. Y debo reconocer, con inmensa alegría, que la certeza de seguir unida a la Fuente de infinito Amor me llena de gozo y de esperanza.
Comprendo lo difícil que resulta creer que el mundo en que vivimos no es más que una ilusión; que jamás estuvimos separados de Dios, y que seguimos siendo, cada uno de nosotros, su bienamado Hijo, por toda la Eternidad.
Rosa María Wynn, apoyándose en las enseñanzas de UCDM (1), comparte con nosotros sus propias reflexiones y conclusiones, tan bellas y luminosas que devienen en un apacible resplandor:
“Cuando el Padre creó a su único Hijo, el Cristo, lo dotó de todos Sus atributos. El Hijo fue una Creación perfecta, plena y completa en Sí Misma, no un clon de Dios, sino idéntica y semejante a Su Creador e incapaz de pecar o de pensar siquiera en el concepto de separación, pues éste no existía en la Mente del Padre. Y, en una de esas vueltas que le di al tema, lo que me llegó fue que el Hijo tenía que conocerse a Sí Mismo, tener conciencia de Sí, tenía que “saberse”, pero en ese “saberse” se vio como si fuese algo aparte de Su Creador y pensó, inocentemente, que estaba separado de Él. Y ahí tuve mi momento de “Eureka”. ¡Todo fue un inocente error!
Y seguramente algo que ocurrió cuando mi hija, Ysa, tenía unos tres años, tuvo que ver con ese momento de eureka. Un día le tomé una foto y, cuando la revelamos, cosa que todavía se hacía en aquel entonces, la llamé amorosamente para mostrársela y ella se acercó con una sonrisa feliz, pero cuando se vio a sí misma sin nadie a su lado, su rostro cambió y rompió a llorar, reclamándome que cómo pude haberla dejado sola, cómo pude haber hecho eso. Por supuesto, le expliqué que yo estaba justo delante de ella tomándole la foto y que no pude aparecer en la misma pues estaba detrás de la cámara. Ella seguía llorando desconsoladamente, pero después de explicárselo todo otra vez y de mostrarle con ejemplos lo que pasó, finalmente lo entendió. Todo su dolor desapareció y la sonrisa feliz volvió a reaparecer en su rostro. Nunca olvidé este episodio, y siento que se volvió la base de la revelación o santo entendimiento que luego me llegó de que el error original fue tan solo un inocente error, como el que tuvo mi hija que, al verse en la foto sin nadie a su lado, creyó que, en efecto, estaba sola.
El entendimiento de que todo fue un inocente error me llenó de tanto regocijo que daba saltos, sintiendo que finalmente había encontrado la respuesta al enigma más grande que había. Todo ello reconfirmó mi comprensión de que lo que Dios creó es Perfecto, Pleno, Eterno y Bueno como Él y que Su Hijo siempre fue y sigue siendo inocente.
Es necesario recalcar que el error original —la idea de que uno puede estar separado de Dios— necesita corregirse en el mismo nivel en el que tuvo lugar. Intentar corregir los efectos de dicho error es como intentar apagar un incendio echándole agua a las llamas en vez de al origen del fuego. La sensación de carencia que experimentamos aquí surgió como resultado de ese error, pues a partir de entonces el Hijo se percibió a sí mismo como alguien necesitado. Por supuesto, eso no es cierto, pues sigue siendo el bienamado Hijo de Su Padre, quien comparte con Él todo lo que es Suyo […]. Él solo desea que Su Hijo entienda que nunca perdió Su inocencia, y que el pecado que cree haber cometido nunca tuvo lugar.” (2)
Recordemos que el bienamado Hijo de Dios somos todos y cada uno de nosotros, pues formamos con Cristo una Unidad.
Me despido deseándote lo mejor.
Hasta el próximo día.
-
-
-
UCDM: Hace referencia a la obra Un Curso de Milagros.
-
Wynn, Rosa María, El Aprendiz Impecable. Ed. El Grano de Mostaza. Barcelona, 2012, págs. 77 a 79.
-
-