LA LUZ QUE RESPLANDECE EN TI

22 de Abril de 2025

 

 

Existe una luz resplandeciente, rebosante de belleza y Amor, en cada ser humano que Dios creó. Podemos aprender a ver más allá de las apariencias, de los errores de la gente, de los actos que nos disgustan para encontrarnos con la Presencia divina en el otro.

Es un fulgor cegador que no puede ser apreciado con la mirada corriente. Está oculto al ojo físico. Incluso cuando alguien comete una fechoría o tiene un comportamiento indeseable, el Amor y la belleza siguen estando en su interior, bajo gruesas capas de ignorancia e inconsciencia.

Como menciona Pierre Pradervand:

     “La bendición […], puede ser un instrumento poderoso en toda clase de situaciones de urgencia. El día antes de comenzar la primera redacción de este libro, fui a pasear con mi ahijada budista por las orillas del lago de Ginebra. Espiritualmente, me sentía bastante descolocado aquella mañana. Nos encontramos con una joven que tenía que agarrarse a un arbolillo para mantenerse en pie, murmuraba consigo misma palabras incoherentes y se encontraba en un evidente estado de desamparo. Además de estar borracha, parecía afectada por una sobredosis de alguna droga. Le preguntamos si podíamos ayudarla; pero, tras un breve diálogo, se marchó abruptamente tambaleándose.

     Mi ahijada y yo nos sentamos en un banco, y yo comencé a bendecir a aquella joven desconocida. De pronto, en aquel parque ruidoso, sentí una certeza profunda, tan clara como inquebrantable, de que en otro plano del ser y de la conciencia, coexistiendo simultáneamente con el nuestro, aquella mujer era totalmente amada por la vida, amparada, querida, protegida y bendecida. E inmediatamente después, me desapareció el estado de confusión espiritual que sentía desde por la mañana.

     Cualquiera puede tener experiencias de este tipo, lo mismo en una sucia estación del metro que en la magia de una pradera alpina. (1)

Estas actitudes transforman la vida. Lo confirman seres humanos que han vivido experiencias en las que, la mirada en la verdad espiritual que otra persona representa, ha solucionado la situación y los ha salvado del daño que podría haberles sobrevenido, como demuestra el siguiente relato de una mujer que caminaba por la calle. Delante de ella iban dos hombres. Pradervand lo comparte con nosotros:

     “El primero entró en una tienda y, al entrar, dejó caer inadvertidamente su cartera. El segundo se precipitó sobre ella, examinó su contenido… y se la metió en el bolsillo; luego siguió su camino. La autora del relato cuenta que, en vez de condenar a aquel individuo, afirmó silenciosamente la integridad de aquel hombre creado a imagen de Dios. Se dijo, siempre en silencio, que “los hijos de Dios son honrados y que lo que testimonian los sentidos no es más que una mentira: el hijo de Dios sólo puede actuar de forma justa y correcta”. (Con esto hay que entender que, a pesar de que sus ojos le mostraban a una persona que actuaba de manera bien poco honrada, ella afirmó, a pesar de todas las apariencias, que en el fondo de aquel hombre, en su identidad espiritual auténtica, seguía estando vinculado a lo divino).

     Mientras tanto, las cosas se precipitaron. El hombre que había entrado en la tienda salió precipitadamente buscando por todas partes su cartera. Simultáneamente, el otro que se había llevado la cartera volvió sobre sus pasos y se la entregó a su propietario, señalando a la mujer y diciendo: “Esta mujer me ha dicho que debía devolvérsela”. ¡Pero la mujer no le había dirigido en ningún momento ni una sola palabra! (2)

Aquella señora comentó después la realidad que se escondía tras las apariencias. Dijo:

     “Era su propia reacción ante la Verdad divina la que había transformado el corazón de aquel hombre. Es importante no dar juego ni amasar pensamientos negativos para con el prójimo… Amar al prójimo es reconocer la creación perfecta de Dios en él, en cada persona”.

     […] Podemos aprender a bendecir [a las personas que delinquen] en su integridad, o sea, precisamente en la cualidad que necesitarían manifestar y que, al parecer, les falta…

     Hay un lugar en el que el mal es siempre resultado de la ignorancia: ignorancia de las leyes espirituales que gobiernan el universo; ignorancia de que el camino del amor incondicional, de la obediencia a la Regla de oro, es el camino supremo hacia la felicidad y la libertad para todos; ignorancia del hecho de que, más pronto o más tarde, el mal que comentemos conscientemente vuelve a nosotros, ¡y a menudo con sobrecargas multiplicadas! (3)

Estos extraordinarios relatos dan fe de que, si fijamos nuestra mirada en la Verdad espiritual de cada ser, esa mirada tiene el poder de transformar situaciones adversas.

Cada criatura de este mundo es única e irrepetible. Un verdadero regalo del Cielo. Y una bendición para la Tierra. Al contemplarla de esta manera, estamos elevando su nivel de conciencia. Y el nuestro. Y algún día veremos brillar en el centro de nuestro ser la deslumbrante luz de Dios.

Un afectuoso abrazo.

Hasta el próximo día.


      1. Pradervand, Pierre,  El arte de Bendecir,  Ed. Sal Terrae,  Maliaño (Cantabria), 2022, págs. 76, 77.

      2.  Ibid., págs. 70, 71.

      3. Ibid., pág. 69.

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Armonía Martín
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