AMISTAD

17 de Abril de 2025

 

 

Susan es enfermera en un hospital estadounidense. Entre los pacientes que tuvo que atender en el pasado, había una mujer postrada en la cama, cuyo comportamiento con el personal sanitario era hostil, desconsiderado, absolutamente desagradable. Pero un día se produjo un milagro…

Susan lo relata de esta manera:

     […] Cuando me tocaba ir a su habitación, se ponía a ladrar órdenes (metafóricamente hablando) en un tono que me parecía ser como uñas chirriando en una pizarra. Eran unos chillidos interminables… Algo lamentable.

     Entonces empecé a bendecir. Al principio, me parecía una locura ponerme a bendecir mientras ella ladraba órdenes, pero yo, en silencio, continuaba bendiciéndola en su gratitud, su satisfacción, la paz de su espíritu, su amor. Por muy difícil que resultara al comienzo (y créame, en esos momentos era realmente difícil) no dejé de bendecirla en silencio.

     Algunos días después, y de manera totalmente inesperada, cambió mi manera de mirarla. De pronto, pude ponerme en su lugar y tomar consciencia de lo privilegiada que era mi situación: acercar un vaso de agua a sus labios para que ella pudiera beber a sorbos se convirtió en un gozo para mí, así como lavarla y asearla o realizar cualquier tarea insignificante. De repente, aquello que antes me había parecido una dictadura se convirtió en una amistad.

     Sus exigencias no tardaron en convertirse en expresiones de gratitud. Entonces, me sentaba y le leía libros, nos dábamos la mano y reíamos juntas. En esos momentos, me enriquecía relatándome sus propias experiencias vitales y así pude conocer un poco mejor a nuestro Padre-Madre Dios. Los días en que, al llegar al trabajo, descubría que me habían asignado su habitación, me emocionaba; nuestra amistad se había convertido verdaderamente en una relación armoniosa, ¡una relación de Amor!

     Un día, aproximadamente un mes después, mientras trabajaba en otra ala del edificio, me sentí movida por el Espíritu y me dirigí hacia su habitación. Al entrar y acercarme, ella me miró, y yo me hice eco de sus palabras, besé su frente y me encaminé hacia la puerta. En ese mismo instante, murió. Y me sentí bendecida, una vez más, por haberla conocido”. (1)

¡Qué maravillosa experiencia vivió Susan! Su buena voluntad y su decisión de bendecir a la enferma produjeron la transformación. Creo, sinceramente, que hay múltiples milagros esperándonos a todos en el camino, aguardando a que los activemos a través de la bendición y del Amor.

Un afectuoso abrazo.

Hasta el próximo día.


      1. Pradervand, Pierre, 365 BENDICIONES para sanarme a mí mismo y al mundo. Ed. Mensajero. Bilbao, 2018, págs. 95, 96.

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Armonía Martín
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