27 de octubre de 2025
A veces, las cosas parecen más difíciles de lo que en realidad son. Nos resignamos a vivir una vida limitada por experiencias de un pasado que ya ni siquiera recordamos. Sucede, con frecuencia, que nos hemos acostumbrado a caminar “con la piedra en el zapato” y casi nos sentimos cómodos con pensamientos que nos llenan de tristeza o desánimo; con sentimientos de encono hacia otros seres humanos.
Las situaciones del pasado no resueltas pueden condicionar nuestra vida. Y lo hacen sin que nos demos cuenta. Pongamos conciencia en la clase de pensamientos que llenan nuestra cabeza a lo largo del día. Observemos si son pacíficos, amorosos, de alegría y confianza en la vida. Porque eso también está en nosotros. Y podemos rescatarlo del olvido.
Y cuando alguien cruza por nuestra mente, contemplemos si nuestra reflexión sobre esa persona la apoya; si estamos viendo lo mejor de ella o si, por el contrario, el ego ha hincado en nosotros sus afiladas uñas y andamos pensando críticas.
Todos buscamos ser felices, vivir en paz, amar y ser amados. En ocasiones, las personas se pierden por el camino, olvidan quiénes son en verdad. Y esto las hace desdichadas. Pero es posible superar esa condición, salir adelante, recuperar nuestro poder y tener una existencia gozosa y plena.
Señala Jampolsky que siempre podemos volver a elegir. Tenemos ante nosotros múltiples opciones. Aunque nuestras respuestas son, en muchas ocasiones, automáticas, es decir, no reflexionadas, procedentes de nuestras vivencias del pasado, podemos optar por abandonar el sentimiento de víctimas y recuperar la paz. No permitas que tus experiencias del ayer condicionen tu presente y oscurezcan tu futuro. Tu vida puede mejorar, y lo hará en cuanto tomes esa decisión.
Elijamos mirar en nuestro interior para ver si quedan en él rencores, miedo, ira, críticas o cualquier otro sentimiento que nos aleje de nuestra propia felicidad. Si los hay, vamos a desprendernos de ellos. Vamos a elegir crearnos una vida basada en el amor y el perdón; en el respeto, la comprensión y la amabilidad. Vamos a desear el bien de la gente tanto que como lo deseamos para nosotros mismos. Este es el mayor don que un ser humano puede dar.
En palabras de Jampolsky:
Recordémonos que la tranquilidad de espíritu sólo se convertirá en realidad si neutralizamos los juicios negativos que hacemos unos sobre otros y si creemos en la igualdad con todo el corazón. La tranquilidad de espíritu no será nuestra hasta que tengamos el mismo interés por los demás que por nosotros mismos.
Cuando cada uno de nosotros ve la luz de los demás, el poder del milagro del amor entra en nuestras vidas. Cuando eso suceda, cuando comencemos a cambiar nuestra mente, también cambiará nuestra vida, y el prejuicio y la discriminación empezarán a desaparecer de la faz de la Tierra”.
Así sea.
Un afectuoso abrazo.
Hasta el próximo día.
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Jampolsky, Gerald; Cirincione, Diane V., Cambia de idea, cambiará tu vida. Ed. Altaya, Barcelona, 1995, págs. 255, 256.
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