13 de Febrero de 2025

Todo en el universo es energía. Y vibración. Un flujo de energía es también un campo de conciencia. El doctor Hawkins diseñó, por inspiración, lo que él llamó “el mapa de la conciencia”, donde el nivel de 200 es el primer peldaño de verdad e integridad. Por debajo de 200 encontramos los diversos niveles de sufrimiento, orgullo, ira, etc., destructivos para la vida.
Hawkins nos muestra una manera de gestionar el dolor agudo utilizando la técnica de “dejar ir”, que implica la no resistencia a lo que se está sintiendo en ese momento. Y comparte su profunda sabiduría sobre el tema y su propia experiencia:
[…] “La resistencia al dolor es una energía negativa que calibra aproximadamente en 150. […] En lugar de resistirnos a lo que ha ocurrido al despellejarnos la espinilla, por ejemplo, nos volvemos como el sauce y nos movemos con ello; dejamos de resistirnos a ello. Permitimos que la experiencia fluya a través del yo. Al hacer esto, salimos del campo de energía negativa y dolorosa, llena de resentimiento, ira y temor. […]
Cuando decidimos aceptar lo que la vida nos trae, bien sea toparnos con una serpiente de cascabel o algún otro suceso difícil, y rendirnos a esa experiencia, invitamos a que surja de nuestro interior un poder mayor, una energía superior. […] Queremos evitar —o pasar por alto— el campo de energía negativo de las energías inferiores y ascender a las superiores porque, a medida que ascendemos a energías más elevadas, como las del amor, llegamos a estar en el campo de energía de 500.
Cuando entramos en el amor incondicional, en el nivel de 540, el campo tiene la capacidad de curar; este es el nivel de los sanadores. El campo que generan los sanadores calibra en 540 y más alto. Es un campo inmensamente amoroso y la emoción es experimentada como amor: ese deseo de vivir, de decir sí a la vida y de soltar las resistencias.
Cualquiera puede experimentar la curación del dolor agudo que se produce automáticamente al usar esta técnica. Yo la he usado una y otra vez, también la han usado otras personas. Mucha gente ha tenido la oportunidad de emplearla. […]
El doctor Hawkins recomienda no poner nombre a las dolencias porque un nombre es una etiqueta que descarga todo un programa de creencias y temores en el subconsciente. En lugar de etiquetar el dolor que la persona está sintiendo, es preferible, dice, quedarse con lo que se está experimentando sin decir nada sobre ello. Y añade:
“Una vez que entendemos el poder de la mente y la naturaleza del pensamiento, empezamos a darnos cuenta de que uno de los principios de la conciencia es que solo estamos sometidos a lo que tenemos en mente. Esta frase es la clave para la curación de todas las enfermedades, dolores y sufrimientos. […] La mente es extraordinariamente poderosa. […] Las investigaciones han demostrado que son los propios sistemas de creencias los que, literalmente, crean la experiencia. El incidente es una expresión de ese sistema de creencias. Es como si la mente justificase lo que cree que es verdad.
[…] Lo que tenemos en mente crea, literalmente, nuestra experiencia. La persona que dice: “No hay salida para mi enfermedad”, crea seguidamente una enfermedad sin remedio y resistente al tratamiento.
[…] Cuando tratamos de cambiar a las personas, los lugares o las circunstancias, vemos que nos enfrentamos a una tarea imposible y que solo creamos sufrimiento. En el momento en el que dejamos que algo sea, nuestra experiencia de ello desaparece. Nos elevamos a un estado de ausencia de dolor.
Es muy bueno saber que nuestra mente tiene este poder y capacidad, que lo único que necesitamos es que alguien nos lo señale y nos anime a intentarlo para comprobar que funciona. No hace falta sufrir ningún dolor. El dolor es una cosa y el sufrimiento otra. Tenemos que repetirnos esto una y otra vez y empezar a usar estas técnicas. Entonces experimentaremos que hay un “yo” que está separado del dolor. Es como si ya no estuviéramos con él; somos algo más grande y estamos más allá de lo doloroso.
Cerca de la base del cuadro [mapa de la conciencia] está el campo de energía de la culpa, que calibra en 30. La culpa prolongada y excesiva nos hace proclives a enfermedades accidentes, lesiones, al dolor y al sufrimiento. La visión del mundo que surge de esta culpa da como resultado un hábito constante de pecado y sufrimiento, y produce autoodio. El proceso que se despliega en la conciencia es de autodestrucción, surgida del autoodio. Consecuentemente, una de las creencias a la que hemos de renunciar es que la culpa y el sufrimiento puedan tener algún valor particular.
[…] Tenemos que renunciar a la creencia de que la penitencia, la culpa, el pecado y el sufrimiento son, de algún modo, de enorme beneficio espiritual. […] El dolor crónico y el sufrimiento no hacen que las personas se iluminen, no hacen que sean amorosas. Generalmente, las vuelve irritables, horribles, egoístas y autocentradas; lo que las lleva al siguiente nivel, el de la autocompasión.
[…] A medida que vamos ascendiendo por los campos energéticos, podemos ver que los que se aproximan a los de los santos y los grandes seres nos acercan a Dios y nos alejan de la culpa, el dolor y el sufrimiento. A medida que nos acercamos a la realidad última, atravesamos una serie de puertas de un creciente amor, porque el amor aumenta y se expande a medida que ascendemos a través de la alegría y el éxtasis a un estado de paz”. (1)
Me despido deseándote lo mejor.
Hasta el próximo día.
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Hawkins, David R., Curación y recuperación. Ed. El Grano de Mostaza. Barcelona, 2015. Págs. 327 y ss.
* El titulo corresponde a una obra de David R. Hawkins.
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