DEJAR IR: EL CAMINO DE LA LIBERACIÓN (Parte 1)

5 de Febrero de 2025

 

 

Cuando alguien ha alcanzado una comprensión profunda de su origen divino y sabe que es Uno con Dios mismo, decimos de esa persona que está espiritualmente despierta. Este es el caso del doctor y maestro espiritual David Raimond Hawkins. Sus enseñanzas, siempre de más alto nivel como corresponde a un ser realizado, han dejado una huella imborrable en el mundo y han representado para millones de personas una ayuda de extraordinario valor en la salud y en el camino hacia la Iluminación.

Conozco bien sus sabias enseñanzas y las técnicas que recomienda para mejorar la vida, pues soy una asidua practicante de las mismas. Honro y agradezco su presencia en mi camino y le expreso inmensa gratitud allá donde se encuentre, en la gozosa Eternidad.

Con vosotr@s comparto hoy, apreciad@s amig@s, la forma como él abordó el dolor físico y los problemas de salud a los que tuvo que hacer frente; de qué manera llegó a superarlos por completo:

“Lo primero que abordaremos es cómo gestionar el dolor agudo. La persona va caminando y, de repente, se tuerce el tobillo, lo que le produce un dolor agónico; o se rompe la pierna o, de repente, tiene un ataque al corazón o a la vesícula biliar, o un cólico renal; o simplemente tiene un accidente común, como fisurarse la espinilla o golpearse la cabeza con algo y, en ese momento, siente un dolor lacerante. ¿Cómo se puede gestionar esta situación aguda? Revelaremos una técnica que se puede emplear para tratar diversas enfermedades y en la curación de dolores tanto agudos como crónicos”.

     “Sentimos un shock cuando nos ocurre repentinamente un accidente, como escaldarnos al vertérsenos agua caliente sobre la mano o quemarnos con una estufa. La técnica que nos prestará un gran servicio es la de soltar la resistencia.[…] Normalmente la mente se resiste a la experiencia en la que espera sufrir. Ya tiene un programa establecido: “El dolor implica sufrimiento, me voy a resistir a él”. Tenemos la fantasía de que si nos resistimos a él, lo eliminaremos.

     Lo primero que tenemos que saber es que el dolor y el sufrimiento se alivian rápidamente cuando giramos 180 grados en la dirección opuesta, es decir, cuando capitulamos y dejamos de resistirnos al dolor. […] 

     Soltar la resistencia significa estar plenamente involucrados en el suceso y rendirse totalmente a la sensación. Significa ignorar los pensamientos que puedan surgir al respecto. En lugar de pensar sobre ello, entramos directamente en la experiencia de la sensación y dejamos completamente de resistirnos a ella. Por ejemplo, si nos quemamos accidentalmente y soltamos la resistencia a la sensación, al principio nos sentiremos abrumados. Abrimos las puertas, el dolor entra en tromba y nos rendimos totalmente a él, dejando de resistirnos. La manera de hacerlo es decir: “Más de esto, más, más”. Para enmarcar esto en la mente de una manera que resulte aceptable hemos de saber que solo hay cierta cantidad limitada de dolor en una experiencia dada. Le abrimos la puerta y dejamos que se agote rápidamente: “Dejo de resistirme a esta experiencia. Dejo de resistirme a estar con ella. Ignoro los pensamientos porque no van a ser útiles. En lugar de eso, me rindo totalmente y me permito experimentarla totalmente”. Es como si las puertas se abrieran, el dolor entra en tromba y se experimenta total y rápidamente en unos pocos minutos.

     Recuerdo que me torcí el tobillo en San Francisco. Fue un esguince grave que normalmente habría exigido una visita al especialista, que me sujetaran el tobillo, o quizá incluso que me pusieran yeso durante unas seis semanas. En lugar de eso, me senté en el banco de un parque, cerré los ojos y me rendí a las sensaciones. Sentía oleadas de un dolor abrumador. Si me hubiera resistido, habría acabado enyesado. En otras palabras, si uno se resiste al dolor, un dolor agudo se convierte en dolencia crónica. Simplemente, me senté en el banco del parque y dejé que el dolor me inundara. Me rendí a las oleadas de dolor. Sin embargo, curiosamente no sufría, porque estaba eligiendo experimentar la experiencia. Al hacerlo, yo era el maestro de la experiencia, no la víctima. […]

     Más adelante, cuando me rompí el pie izquierdo, hice lo mismo. Mientras cortaba leña, me cayó encima del pie un tronco de roble enorme rompiéndome todos los huesos de la parte superior. Poco después, en Navidad, ya estaba en la pista de baile. Nunca tuve el pie enyesado; lo único que hice fue elegir conscientemente dejar de resistirme a la experiencia. 

     Después de eso, tuve un accidente que acabó en amputación. Una vez más volví a vivir la misma experiencia de shock, enseguida supe cómo gestionarla dejando de resistirme a ella, dejando constantemente de resistirme a las sensaciones. Al hacer esto, lo que el mundo denomina milagroso ocurrió delante de mis ojos. Lo primero que hice después de cortarme inadvertidamente el pulgar con una sierra circular fue dejar de resistirme a la experiencia. Simplemente me quedé quieto y dejé que la experiencia me atravesara y, al hacerlo, en cuestión de segundos dejé de sangrar. Aún tengo la pieza de madera que estaba cortando, en ella solo hay ocho gotas de sangre. Normalmente, la arteria digital que me había seccionado debería haber estado sangrando de manera grotesca; pero, al soltar la resistencia a la experiencia, eso no ocurrió.

     Un amigo que se había hecho una quemadura grave en la cocina se quedó quieto y eligió conscientemente no resistirse al dolor, que se disipó en un par de minutos. Posteriormente, no le salió ninguna ampolla. Generalmente, le habría salido una gran ampolla de agua que habría tardado meses en curarse, pero la única consecuencia fue una decoloración.

     En una ocasión, un ebanista que venía a una de mis clases se quemó las dos manos. Siguió la misma técnica de soltar instantáneamente la resistencia. Normalmente, sus manos se habrían cubierto de ampollas y las habría tenido vendadas durante semanas. Él dijo que en cuestión de tres o cuatro minutos el dolor se fue y no se formó ninguna ampolla. Estos son algunos ejemplos de curación instantánea que demuestran que el cuerpo sabe curarse a sí mismo en cuanto soltamos la resistencia.

     ¿Por qué es así? Aquí no hay magia; cualquiera puede experimentar que esto es verdad. Ha sido una enseñanza común a lo largo de miles de años. Los que han probado la meditación zen saben que lo primero que se enseña es a gestionar la incomodidad del cuerpo físico y a soltar la resistencia a la experiencia, cancelando los pensamientos sobre ella y haciéndose uno con ella y, por tanto, haciéndola desaparecer. […]

     Podemos ver que la experiencia se prolonga cuando nos resistimos a ella. Mientras nos resistamos a algo o nos aferremos a ello, continuará existiendo. La resistencia le da poder sobre nosotros, y así nos convertimos en sus víctimas. Estamos a expensas de aquello a lo que nos resistimos. En cuanto soltamos nuestras resistencias y nos hacemos uno con ello, desaparece. Esto también significa soltar todas las imágenes asociadas y la energía que tengan acumulada”.

El doctor Hawkins recomienda empezar a probar esta sencilla pero poderosa técnica con cualquier situación fácil que surja en la vida cotidiana. Es una manera de no estar atrapado en sensaciones de desamparo ni de sentirse impotente ante las circunstancias. Porque la persona ya no es víctima del suceso, sino el maestro.

Un afectuoso abrazo.

Hasta el próximo día.


      1. Hawkins, David R., Curación y recuperación. Ed. El Grano de Mostaza. Barcelona, 2015. Págs. 323 y ss.* El titulo corresponde a una obra de David R. Hawkins.

Scroll al inicio
Armonía Martín
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.