7 de abril de 2025
Muchos somos los que dedicamos parte de nuestra vida a bendecir a otros seres humanos, a todas las criaturas y lugares de la Tierra. A bendecir en el Amor y en el perdón.
Perdonar es un acto de absoluta belleza que nos libera de la culpa. A las personas les cuesta perdonar lo que sienten como un ataque, como una amenaza hacia ellas mismas o hacia sus seres queridos. Cuando vemos un ataque en una acción de otra persona, estamos percibiendo ese hecho con los ojos del ego, y el ego no puede perdonar. Hace juicios condenatorios y su interés está en señalar a otros como culpables; en mantenernos separados e irritados unos con otros.
Pero el Amor jamás percibe una acción de un ser humano como un ataque sino como un error. Y lo disculpa sin hacer juicios de valor. Podemos ver, lo que quiera que sea que ha sucedido, como una equivocación que tuvo lugar porque la otra persona estaba fuera de su centro, de su equilibrio, de su paz. Y un error sí podemos perdonarlo pues, en este mundo, todos nos equivocamos.
Cuando vemos un ataque en lugar de un error, estamos dando realidad a algo que no es verdad en la otra persona. Y reforzándolo. Pero si nos fijamos en su luz, en su infinita bondad, que tal vez ella misma ha olvidado, estaremos ayudando a que toda esa belleza interior se manifieste en su vida, en nuestra propia existencia. De este modo contribuimos a elevar la conciencia de toda la humanidad.
Podemos ser lo que en verdad somos: emisores de la paz y del Amor. Y del perdón, en este hermoso planeta que nos acoge de un modo incondicional. Estemos dispuestos, a priori, a perdonarlo todo, no importa qué, cualquier cosa que surja en nuestras vidas. Y a no verlo jamás como un ataque, aunque el ego nos susurre al oído que lo es; sino como un equivocación que el otro cometió.
Es posible que mucha gente se esté preguntando qué impacto están teniendo en el mundo sus bendiciones. Pierre Pradervand comparte con nosotros la iluminadora experiencia que tuvo Alyna Rouelle, una maestra espiritual francesa a quien se le reveló, siendo aún muy joven, el impacto que su meditación tenía sobre el mundo.
Alyna es un alma extraordinariamente bella que vive de la luz o prana. He aquí su inspiradora vivencia:
“Vi a un niño salvado de la muerte en una peligrosa ciudad; a un hombre armado a punto de matar, y vi cómo se detenía y abandonaba sus propósitos.
Vi a una mujer desesperada a punto de suicidarse, y cómo se iluminaba de repente y abría su corazón a la vida.
Vi a un grupo de animales y a unos jóvenes que los libraba de la tortura y de una muerte que parecía inevitable.
Vi a un niño dar un bocadillo a un anciano que se moría de hambre y frío en las calles.
Pude ver unos rostros bañados por lágrimas de alegría, las manos de unos hombres y mujeres unidos como hermanos.
Vi a personas que recobraban las fuerzas para sanar; para levantarse de nuevo y elegir la vida.
Y a personas manipuladas para sembrar el terror; y vi cómo la compasión las conducía al arrepentimiento y a cambiar de bando”.
¡Qué visiones tan hermosas le fueron dadas a esta bendita alma! ¡Y qué sanador efecto podemos tener sobre el mundo, cada uno de nosotros, unidos todos en el acto de bendecir!
Me uno a Pradervand en su certeza cuando asevera:
“Creo firme y profundamente que cada bendición sincera, oración o meditación, si se pronuncia con una intención límpida y se practica con perseverancia, tiene un impacto en el mundo, por muy modesto que sea…
Por lo tanto, querido amigo, sé consciente de que tus bendiciones, si están envueltas de amor y nutridas con tu compasión más profunda, solo pueden sanar. Como las semillas que se lleva el viento, quizás no sepas nunca en qué suelo caerán, pero tendrán fruto, iluminarán y engrandecerán”. (1)
Que Dios os bendiga.
Hasta el próximo día.
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Pradervand, Pierre, 365 BENDICIONES para sanarme a mí mismo y al mundo. Ediciones Mensajero. Bilbao. 2018, págs.197, 198.
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